La espada de Bolívar fue de nuevo protagonista durante la posesión del
presidente Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez este 7 de
agosto, cuando se celebra la victoria de las tropas comandadas por el
Libertador en la Batalla de Boyacá en 1819, tras una campaña de varios
meses iniciada desde Angostura, hoy Ciudad Bolívar, en Venezuela,
situada a orillas del Orinoco y sede entonces del poder provisional de
los rebeldes independentistas.
Luego de esa victoria, el Virrey Sámano y funcionarios realistas huyeron
despavoridos de Bogotá como cuenta la leyenda aprendida por todos los
muchachos en la escuela primaria. Supimos que la soldadesca libertadora
estaba en su mayoría compuesta por mestizos, zambos, indígenas, negros, o
sea Los Nadies de hoy, y que el malvado Sámano, al conocer la noticia
de la derrota, huyó por el río Magdalena con una bolsa llena de monedas
rumbo a Cartagena.
En documentos descubiertos en archivos estadounidenses por el gran
historiador Juan Friede, viajamos a través de la letra hacia Angostura,
donde el vicepresidente Francisco Antonia Zea ejercía el mando mientras
Bolívar se aplicaba en la campaña que incluyó el difícil pasó del páramo
de Pisba. Se trata del Diario de viaje por el Orinoco hacia Angostura
(julio 11-agosto 24 de 1819), publicado por El Banco de la República en
1969.
El capitán Oliver Hazard Perry había sido enviado hacia Angostura por el Secretario
de Estado estadounidense John Quincy Adams para explicarle a Bolívar la
posición neutral mantenida por su país en la guerra con la corona
española, lo que no significaba de manera confidencial que las simpatías
de la nueva nación norteamericana independizada décadas antes
estuvieran del lado de los rebeldes.
Perry llega con su séquito a la isla Margarita, recorre el Orinoco y
atraca en Angostura, donde se encuentran reunidos los constituyentes
rebeldes en ese bello sitio tropical donde la misión extranjera
permanecería un tiempo. Entre los documentos encontrados por Friede
figura la carta original de Quincy Adams con instrucciones a Perry y el
diario del capellán del barco John H. Hambleton, quien relata día a día
el viaje y describe con lujo de detalles a Zea, hombre ya mayor y muy
encorvado que había vivido dos décadas en París y era una figura
inteligente, escéptica y cortés.
Los enviados se enteran de que Bolívar está ausente pues se ha ido a
comandar la campaña libertadora que poco después triunfaría en la
Batalla de Boyacá. En ese tiempo detenido y fugaz descubrimos a muchos
de los colaboradores de Bolívar, ingleses y franceses que conviven allí
con los principales militares criollos que después se convertirían en
héroes de la independencia y cuyas estatuas adornan plazas y colegios.
El capellán describe las comidas, bebidas y licores con los que son
atendidos y los rostros de todas aquellas figuras militares,
legislativas y diplomáticas que luego pasarían a la historia y a la
leyenda.
Cumplida la misión se retiran rumbo a la Isla Margarita, desde donde
Perry debía viajar al río de La Plata para encontrarse con el general
San Martín, pero la fiebre amarilla y el paludismo se le atraviesan, y
entre los escalofríos atroces el marino es desahuciado y con resignación
acepta su destino. Se le hace un sepelio con todos los honores que
conmueve al diarista. Todo esto ocurre mientras al otro lado se
consolida la victoria.
Es de suponer que en las diversas batallas de la Campaña libertadora de
la Nueva Granada, una de las espadas esgrimidas por Bolívar es la que el
M 19 tuvo en su poder tras sustraerla de la Quinta de Bolívar en 1974.
Más tarde ese grupo firmaría la paz con el gobierno y sería una de las
fuerzas protagonistas de la Asamblea Nacional Constituyente de donde
surgió la vigente Constitución de 1991.
Petro volvió protagonista a la espada de Bolívar durante su posesión al ordenar a la Casa Militar traerla de Palacio de Nariño luego de que su antecesor se negara a autorizar su traslado para la ceremonia. Dos siglos no es nada en historia y estos rituales, leyendas y
símbolos que nos recuerdan la Independencia nos muestran lo cerca que
estamos de aquellas gestas patrias que parecen ahora tan lejanas. Tal
vez en otros dos siglos un historiador como Juan Friede recordará la
jornada de hoy.
Aquella independencia significó solo el cambio de poder de manos de los
españoles a los criollos locales que gobernarían después sin ceder el
poder a los marginales inmolados en esa causa durante la Campaña
libertadora. Ahora tal vez esos marginales de siempre lograrán un
poquito más de merecida representatividad en esta nueva era que se
inicia y sin duda estará llena de sorpresas, ritos, leyendas, símbolos,
felices logros y tristes e inevitables decepciones.
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Versión actualizada en penúltimo párrafo del artículo publicado el domingo 7 de agosto de 2022, en La Patria. Manizales. Colombia.
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