sábado, 14 de junio de 2025

CASA QUE RESPIRA, DE SAMUEL JARAMILLO


Por Eduardo García Aguilar

La poesía colombiana tiene muchas joyas secretas que uno disfruta siempre, como ocurre con Morada al sur de Aurelio Arturo, Pensamientos del amante de Fernando Charry Lara o Los elementos del desastre de Alvaro Mutis, entre otros. 

Y entre las generaciones posteriores también hay varias colecciones inolvidables como Casa que respira, de Samuel Jaramillo González (1950), que es un libro de cabecera, de los que pueden estar siempre sobre el nochero, al lado de la lámpara, en las noches de lluvia.

El libro, en la impecable edición de Letra a Letra (Bogotá, 2016), reúne una veintena de textos que evocan la infancia y la adolescencia transcurridas por el hablante en una casa grande del Quindío en pleno Eje cafetero, donde el de la voz vive con su abuelos y familiares después de la muerte prematura y trágica del padre.

A lo largo de los poemas se describen los ámbitos de esa región cafetera con sus vientos y soles, lluvias y nieblas, ríos y quebradas, guaduales y prados, sembradíos, cafetales y trochas, pero además se adentra en el alma de personajes que vienen de otras épocas ancestrales y sobreviven en tiempos de violencia que rasgan al país y a la región generando cambios definitivos.

Ahí se avistan los temibles pájaros de la violencia que persiguen liberales y se sienten los temores que llevarán al abandono de esa casona de tres pisos, poblada de cuartos, chambranas, corredores y ventanas, patios, jardines, materos, donde transcurren las vidas de mujeres y hombres que tarde o temprano desaparecerán dejando al hablante preso de la nostalgia esencial del tiempo transcurrido.  

El  abuelo liberal y tal vez masón rodeado de libros secretos de librepensadores en los cuartos superiores de la casona, refugio del patriarca cafetero donde se encuentra la biblioteca que alimenta al de la voz poética, las máquinas de escribir a las que tiene acceso y lugar donde se hacen las cuentas del negocio, en medio de la tierna confianza del viejo por el nieto huérfano, que lo acompaña en tren los domingos en el desparecido ferrocarril hasta la finca de Quimbaya.

Todo se estremece con la irrupción de la joven y bella Estrella, cuyos senos untados de saliva y su alegría contagiosa conmueven al adolescente. Su llegada a la casa hace ver y germinar todo con mayor colorido y mucho tiempo después su voz seguirá rondando por la casa abandonada que respira como un ente intemporal y fértil.   

Desde la atalaya del librepensador el poeta ve transcurrir la vida de ese pueblo del Quindío y paso a paso descubre el mundo, el deseo, la soledad, la música que sale de las sórdidas cantinas, el paso del tiempo, ante lo que a veces se rebela al caminar solitario por las calles frías de los andes hasta el amanecer o a caballo entre las callejuelas de ese territorio de colonización donde recias figuras se abrían camino hacia la prosperidad, la enfermedad o la muerte.

Ahí está la abuela Soledad, la más bella de Circasia que se casa con el abuelo y se convierte en la matrona infalible de un mundo donde cumple la ardua tarea milimétrica de hacer que todo funcione desde la madrugada hasta el anochecer para que siempre esté lista la harina molida de maíz para las frescas arepas del desayuno y nunca falte ninguno de los alimentos, a la hora precisa en el comedor de la casa. 

Todo en medio de impecable limpieza, donde brillan pisos, paredes, corredores y amplias estancias de maderas y baldosas, y las sábanas y ropas recién lavadas y planchadas que huelen siempre a limpio. Tode ello regulado como una maquinaria de relojería. Así es el  mundo del  Eje cafetero, poblado de centenarios fantasmas coloniales y prehispánicos, de voces de espectros entre guacas de oro y miseria.

Samuel Jaramillo es autor de una vasta obra poética, ensayística y narrativa en la que destacan libros como Geografias de la alucinación, Selva que regresa, Bajo el ala del relámpago, entre otros muchos. Cada uno de sus libros, como el magnífico Casa que respira, es un estremecedor testimonio del paso del tiempo y de las llaves secretas del pasado que ayudan a cerrar para siempre los portones finales.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 15 de junio de 2025. 


viernes, 6 de junio de 2025

UN INDÍGENA EN LA CORTE DE MÉXICO

Por Eduardo García Aguilar

Por elección popular el nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de México será Hugo Aguilar Ortiz, indígena mixteco originario de Oaxaca, quien fue asesor jurídico del movimiento zapatista. Desde los tiempos del liberal y reformista Benito Juárez (1806-1872), es la primera vez que un indígena de ese país preside la alta y poderosa corte, donde los magistrados ganan un sueldo mayor que el del presidente o presidenta de la República, en este caso la científica Claudia Sheinbaum.

La elección el 1 de junio de este brillante indígena a la Corte fue sorpresiva y los analistas lo consideran como una "obra maestra" de la nueva política mexicana, pues el personaje es intachable y quienes se oponían a la elección popular de magistrados y jueces promocionada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador tendrán poco que decir de esta impecable elección y del personaje.

"En la universidad, coincidí con otros hermanos indígenas, con quienes iniciamos una reflexión crítica sobre el derecho y la justicia que no contemplaban a nuestras comunidades y pueblos”, dijo Aguilar después de su resultar elegido. 

La elección popular busca cambiar el sistema judicial mexicano y una alta Corte que antes era una élite autocooptada mediante intrigas y que muchos veían como obstáculo para cambios o cómplice de encubrimientos en pasados gobiernos caracterizados por la corrupción y el crimen.  Aguilar aboga para que la justicia se acerque al pueblo y reconozca los cambios de sociedad.

Aguilar (1973) estudió en la Universidad Benito Juárez de Oaxaca y ha sido consultor del alto Comisonado para los derechos humanos de la ONU para México. Este hombre unos 50 años pertenece a la etnia mixteca, una de las más antiguas de México al lado de los zapotecas, que a lo largo de los milenios han vivido en este Estado del sureste mexicano que podría ser por su cultura milenaria prehispánica, barroca colonial y contemporánea, un país aparte.

Muchos de los nativos de Oaxaca han emigrado desde el siglo XX a Estados Unidos, donde representan una de las más numerosas comunidades y sus remesas e intercambios son de gran importancia para la economía local. En este lugar se encuentran las famosas ruinas milenarias de Monte Albán, así como magníficos templos católicos barrocos coloniales admirados en todo el mundo por su alto nivel estético, como la Iglesia de San Felipe Neri.

De Oaxaca han surgido grandes artistas plásticos y literarios como los pintores Rufino Tamayo y Francisco Toledo o el gran escritor y pensador José Vasconcelos, quien fue inspirador clave de las reformas culturales de la Revolución mexicana, además de autor de sus Memorias, un clásico de la literatura de ese país y cuyo primer volumen es el Ulises criollo..
   
Oaxaca ha sido cuna de grandes figuras de la historia mexicana como Porfirio Díaz, indígena que  fue héroe durante la lucha contra las invasiones del siglo XIX y llegó a escalar a la primera magistratura, convirtiéndose en un dictador que llegó a gobernar tres décadas el país con un equipo de tecnócratas positivistas hasta ser derrocado 1910, cuando tuvo que partir al exilio a París desde Veracruz. 

Durante su periodo el país se modernizó y logró prosperidad, aunque las injusticias prevalecieron hasta provocar la famosa Revolución mexicana de Emiliano Zapata y Pancho Villa en la segunda y tercera décadas del siglo XX, de la que salió el largo reinado del Partido Revolucionario Institucional, desplazado tras larga gesta opositora por López Obrador.

Pero la figura en que se inspira Aguilar es Benito Juárez, indígena zapoteco adalid de la Reforma liberal en el siglo XIX y héroe que derrotó a la invasión de su país cuando se instaló allí el emperador Maximiliano de Habsburgo, impuesto por el imperialismo francés de Napoleón III con el apoyo de los conservadores monárquicos pro-europeos mexicanos.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia.  Domingo 8 de junio de 2025.
 






viernes, 30 de mayo de 2025

EL TALENTO DE FRANÇOISE SAGAN

Por Eduardo García Aguilar

Buenos días tristeza (Bonjour tristesse, 1954), de la francesa François Sagan, es una de las novelas más famosas de la segunda mitad del siglo XX, pues introdujo de repente a la literatura de su país en la modernidad iniciada en los años 50, cuando también empezaba a reinar su contraparte cinematográfica Brigitte Bardot, convertida en heroína nacional, símbolo sexual global y la mujer más deseada y emancipada del mundo. 

Sagan (1935-2004) publicó el libro a los 18 años y se volvió desde entonces en una imagen de marca del país y una celebridad elogiada por su talento y los escándalos por su alcoholismo y vida caótica, tanto que aunque fue un imbatible best-seller a lo largo de su vida, terminó en la miseria, acogida por una millonaria amiga que la protegió hasta su muerte. Su imagen poco agraciada aparecía en las portadas de revistas como París Match y su figura era disputada en los salones de alta burguesía bohemia y la farándula, como la propia Bardot o la cantante Françoise Hardy.  Sagan tuvo graves accidentes automovilísticos y se conocía su adicción al juego, las drogas, el sexo y el ocio.

Los presidentes se disputaban su amistad, como François Mitterrand, gran lector y erudito que estaba deslumbrado por su talento narrativo, hasta al punto de llevarla como invitada en su corte casi monárquica durante una visita a Colombia, donde la escritora se escapó de la comitiva y estuvo a punto de morir por una sobredosis de cocaína y alcohol, por lo que fue trasladada en coma en un avión de urgencia de regreso a París.

En sus libros contaba las cuitas de una muchacha durante las vacaciones en la Costa Azul, que debe compartir con su padre, un Don Juan asumido y la joven mujer del momento. Esa visión novedosa y alerta de la adolescente burguesa llenaba de luz a una nueva generación que dejaba atrás para siempre los recientes tiempos de la ocupación alemana, la guerra mundial, la escasez y la miseria.

Al mismo tiempo que irrumpía el existencialismo de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir al ritmo del jazz de Miles Davis y las canciones de Boris Vian, Francia entraba en un periodo de largas décadas de prosperidad y volvía a convertirse en el centro de la moda con Yves Saint Laurent y la cultura pop, un modelo de fiesta, emancipación de la mujer y libertad sexual  desbordada. A un lado estaba la bella Brigitte Bardot, que cambiaba de hombres como de camisetas, y al otro la fea Sagan que en sus libros describía a esa generación de jóvenes despreocupados que pasaban la vida en las discotecas y las playas, al mismo tiempo que surgía la Nueva ola del cine de Jean-Luc Godard y Eric Rohmer y la Nueva Novela de Alain Robe-Grillet, Nathalie Sarraute y Claude Simon, entre otros.

Sus personajes, como en la novela La mujer pintarrajeada (1981), se enfrentan al abismo de la modernidad, a la libertad de los cuerpos, la angustia de la soledad, al fin de las relaciones estables y eternas que duran hasta que la muerte nos separe. Esa inestabilidad que ella vivió a fondo y la llevó a las adicciones, es el mundo que relata con gran inteligencia a través de diálogos y situaciones memorables que quitan la respiración al lector y a veces lo sumen en la misma incertidumbre existencial. 

Los tiempos de Sagan, que como Proust fue periodista de farándula, fueron décadas de diversión animados por las figuras de Alain Delon y Jean Paul Belmondo, y auge editorial, periodístico, cinematográfico y musical en los que flotó la figura de esta mujer talentosa de escritura ágil e inconfundible estilo. La autora tenía ese don extraño que caracteriza a los grandes novelistas capaces de atrapar a los lectores mediante una escritura incisiva que no solo sabe describir paisajes y ambientes, sino comunicar las angustias, miedos, auges y caídas de hombres y mujeres que deben lidiar con una libertad amorosa y existencial que las generaciones anteriores desconocían.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 1 de junio de 2025.


    

sábado, 24 de mayo de 2025

LEÓN TOLSTÓI EN EL SIGLO XXI

Por Eduardo García Aguilar


La Sonata a Kreutzer de León Tolstói es una novela que más de un siglo después de ser publicada en 1889 sigue siendo muy contemporánea, al plantear problemas agudos de sociedad sobre temas de género y la relación conflictiva entre hombres y mujeres, presos en el engranaje de las costumbres y las tradiciones sociales y religiosas. El gran Tolstói es un precursor de la corriente en boga en este siglo XXI en la novelística mundial, lanzada a temas autobiográficos sobre violación, pedofilia, homosexualismo, transgénero, suicidio, discapacidad, locura, poliamor, infidelidad, feminicidio y todo tipo de dramas sociales de clase, racismo o etnicidad contemporáneos. 


Pero además, es una novela corta y trepidante que consiste en el diálogo que sostienen varias personas al interior de un tren durante un largo viaje de varios días. Es asombrosa la modernidad de sus técnicas, que bien podrían emparentarse con el periodismo investigativo que escruta los problemas actuales de la sociedad en el mundo. Son magistrales también sus descripciones de carácter, así como de paisajes o ambientes interiores, y su aguda penetración psicológica.

Tolstói, que vivía una crisis matrimonial que lo llevó anciano a huir como un marginal perdido en frías estaciones de trenes de provincia, se desnuda en esta obra que es una metáfora de sus pasiones, en especial los celos enfermizos y su carácter colérico de viejo patriarca machista. La novela provocó un escándalo nacional hasta el punto que el propio Tolstoi agregó después un postfacio donde explica las razones que tuvo para escribir el libro y hasta su esposa Sofía también escribió para defenderse, al sentirse herida, pues la historia de infidelidad real o imaginaria con el violonista, que es el nudo de la novela, la involucraba a ella.

El tema central es la denuncia del matrimonio tradicional, el recurso generalizado a la prostitución por parte de la juventud y el proceso creciente de emancipación de la mujer, que ya no soporta el papel único de reproductora en serie bajo el mando de los patriarcas o jóvenes aristócratas con los que fueron casadas muy jóvenes por conveniencia social y económica. 

Tolsói plantea que el matrimonio cristiano de esa época era un acuerdo infame en el que se entregaban las muchachas oficialmente a la depravación y la violación de hombres jóvenes y viejos adictos a la prostitución y a los burdeles.  El libro es una diatriba brutal contra el amor romántico que según él esconde una esclavitud oculta, por lo que el autor recibió miles de cartas de sus lectores asombrados o asustados. 

Aborda el tema del deseo sexual de la mujer que renace después de haber sido obligada a múltiples partos. Se van desgranando desde diversos ángulos las historias de amores frustrados que muestran las tensiones que vivía la sociedad rusa de la época. A la vez asistimos a un relato que parece la crónica de una muerte anunciada que avanza con una velocidad desbordada y una efectividad que muestra el talento brutal de León Tolstói en sus años finales, cuando su temperamento rebelde y la originalidad están exacerbados casi hasta la locura.

Sus  grandes obras siempre describieron los medios de la alta sociedad de donde provenía, con sus fiestas, intrigas económicas, amorosas, hereditarias, así como la guerra y el destino cruzado de los seres humanos atrapados en las telerañas de las convenciones sociales bendecidas por el Zar y los popes ortodoxos, el peso de las costumbres y las leyes sociales que causaban en aquellas esferas una larvada guerra de sexos que podía llegar a ser mortal.

Así como en la gran obra Eugenio Oneguin de Alexandre Pushkin, descubrimos que casi todos los hombres de esos altos medios tarde o temprano mueren o resultan heridos por duelos de honor o por su participación en las guerras, en la obra crepuscular de Tolstói vemos como cruje la sociedad del tiempos de los zares, cuando se vislumbran ya hacia futuro las chispas de revoluciones y cataclismos sin fin que llevarán a la extinción de una época con la muerte del Zar y su familia y el ascenso de los bolcheviques. Tolstoi sigue ahí en la cúspide de su genio literario, invitándonos desde su faro inmortal a seguirlo, pues la literatura no es para entretener, sino para sacudir y estremecer a las sociedades.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 25 de mayo de 2025.

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martes, 20 de mayo de 2025

UNA TARDE CON ALFONSO FUENMAYOR EN BARRANQUILLA


Por Eduardo García Aguilar

Una vez en Barranquilla en un día canicular como los de siempre, junto al Magdalena, tuve la fortuna de conocer a Alfonso Fuenmayor, uno de los míticos miembros del Grupo de Barranquilla, en cuyo centro se formó el joven Gabriel García Márquez, un "caso perdido" que terminó convirtiéndose en una gloria mundial y nacional de la literatura.

En estos días, hablando con la gran escritora argentina Luisa Futoransky, a quien le daría ya el Premio Nobel, coincidíamos en la extraordinaria sensación que todo lector siente al leer las novelas y cuentos del oriundo de Aracataca; cuya prosa parece siempre tocada por un milagro inexplicable

Diría que varias generaciones vivimos bajo ese embrujo durante gran parte de nuestras existencias en el siglo XX, como si estuviésemos inmersos en un inexplicable delirio, que ya pasado el tiempo, no deja de sorprendernos. Porque ese milagro no solo surge de la lectura de sus obras sino también de su propia aventura personal, tan inexplicable como real, postrer avatar de esas figuras patriarcales que representaron naciones o lenguas como Victor Hugo, Goethe, Dickens o Tolstói.

Todo a su alrededor se convirtió en oro como en los tiempos del rey Midas y ahora que leo a Alfonso Fuenmayor de nuevo lo comprendo. En sus crónicas cuenta las aventuras iniciales del Grupo de Barranquilla; donde en los 50 del siglo XX el muchacho daba sus primeros pasos al lado de sus amigos, al mismo tiempo que vendía enciclopedias o redactaba artículos mal pagados para medios de provincia, como la fugaz publicación Crónica, creada por ellos al calor de las tertulias del bar La Cueva.

 Porque no solo tuve la fortuna de conocer y hablar y compartir con el pesonaje glorioso ya ido como un papa hacia la penumbra del tiempo, sino con muchos de sus allegados como Alvaro Mutis, Manuel Zapata Olivella, Julio Mario Santodomingo o Alfonso Fuenmayor, a quien visité con mi amigo Ariel Castillo en su apartamento de Barranquilla.

El corpulento e inteligente Fuenmayor vivía en una cómoda residencia en las alturas de un lujoso edificio con vista a la ciudad y allí revisaba la prensa mundial que le llegaba por correo y devoraba los libros que desde siempre lo apasionaron. Era un habitante tropical, lector insaciable de la gran literatura francesa, castellana y norteamericana.

Hablar con Fuenmayor en su apartamento al calor de unos whiskies era parte de la romería esencial, como si se tratara de visitar a uno de los apóstoles de un Cristo del realismo mágico, con el que compartieron ellos en las fiestas barranquilleras de aquel tiempo, en una primera juventud inolvidable.

El apartamento de Fuenmayor en la calurosa Barranquilla era lujoso y tenía mucha madera fina y estanterías y sofás enormes y mesas donde reposaban las recientes novedades de la literatura y el arte. El anfitrión nos recibió con la frescura de quienes viven siempre entre en sol, el mar Caribe y la cinta plateada del río nacional, el Magdalena.

Ahora releo la prosa exacta y llena de buen humor e ironía de Alfonso Fuenmayor y me divierto con las aventuras de esos muchachos que libaban y se divertían en La Cueva y otros lugares que ya son leyenda.

 Fuenmayor y todos ellos pertenecen ya al mito como García Márquez. Pero haberlo conocido y escuchado aquella tarde en su casa es algo invaluable. Lo mismo me ocurrió en circunstancias increíbles con el gran Alejandro Obregón en México, Manuel Zapata Olivella en Valledupar y Bogotá y el multimillonario Julio Mario Santodomingo en París. Pero esas son ya otras historias para contar.      

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 18 de mayo de 2025.

viernes, 25 de abril de 2025

LA AUTOBIOGRAFÍA DE FRANCISCO

Por Eduardo García Aguilar

La autobiografía del papa Francisco, que acaba de ser publicada por Plaza y Janés bajo el título de Esperanza, es un libro que nos acerca como nunca a la extraordinaria vida de este jesuita bonaerense de clase media y origen italiano, que se convirtió en uno de los papas más notables, originales e históricos de los últimos tiempos.

Aunque al principio el libro debía ser publicado con carácter póstumo, el pontífice y el asesor editorial de muchas de sus obras, Carlos Musso, decidieron anticipar su salida, por lo que es de una actualidad desconcertante, dada la manera dramática de su partida, horas después de su espectacular paseo en papamóvil entre los fieles en la Plaza de San Pedro, casi al punto del último suspiro.

Ahí mismo desde la Plaza de San Pedro lo vi por única vez salir a la ventana desde donde pronunciaba sus Ángelus los domingos a mediodía. Fue emocionante, pues Francisco fue un fenómeno improbable, no solo por ser latinoamericano y progresista, sino por la huella que deja como un papa innovador. En su libro nos comunica su argentinidad de hijo de inmigrantes, los oficios de químico, profesor de literatura, amante del fútbol y hasta amigo de Borges, y su formación jesuita, la ordenación y posterior destino.

Cuando se anunció en medio de la confusión un nombre en principio poco audible, estaba en la redacción de la agencia donde trabajo esperando la fumata blanca y fue sorpresivo entender que se trataba de Bergoglio, cardenal argentino conocido por su apego a las causas sociales de la iglesia latinoamericana y la ayuda que en medio de la dictadura dio a muchos de los perseguidos y a las familias de los desparecidos, entre ellos las Madres de la Plaza de mayo, como lo cuenta en Esperanza.

En ese momento estaba en la redacción hispana de París con el colega argentino Jorge Svartzman y de inmediato pasé a abrazarlo efusivamente ante su estupor para felicitarlo porque un compatriota suyo resultó elegido y bromeábamos mucho después porque no solo es agnóstico sino de origen judío y madre comunista, como algunos emigrantes del este europeo que huyeron de las guerras hacia Argentina.

Lejos de los papas encerrados en el palacio apóstolico, rodeados de una corte entre lujos y cubiertos por onerosas prendas, Francisco vivía en la residencia Santa Marta donde se alojan los invitados al Vaticano y ahí permaneció durante su pontificado, comiendo en el refectorio al lado de trabajadores, monjas y curas, porque, como dice en su autobiografía, le gusta estar con la gente, pertenecer a una comunidad y no aislarse en lo que él define como la "autorreferencialidad " de una Iglesia anclada en el pasado sin mirar al presente ni al futuro.

Invitado a la Feria del libro de Roma en diciembre de 2022 tuve la alegría de hospedarme en una pequeña pensión al lado del Vaticano, a solo unos pasos del Museo y de la imponente Plaza de San Pedro. Solía deambular por ahí tras recorrer otros sitios de la ciudad que conozco desde hace mucho tiempo, cuando, estudiante, quise visitar el Monte Aventino donde, según la leyenda, Simón Bolívar prometió liberar a América.

Roma siempre es emocionante no solo por las grandes ruinas milenarias del Imperio de los Césares sino por la presencia del Vaticano, minúsculo país desde donde los papas y la curia irradian para más de 1.400 millones de fieles. Dos milenios de tradición son imponentes para esta religión católica en cuyo marco casi todos los latinoamericanos y europeos crecimos marcados por su impronta.

Pero ser contemporáneo de un papa latinoamericano es algo excepcional y por eso acepté la invitación del vaticanista colombiano Nestor Pongutá Puerto para ir al Ángelus. Caminando con él por las cercanías de la Plaza conocí a dos cardenales cercanos a Francisco, Gianfranco Ravazi, ex encargado de Cultura, y al teólogo Walter Kasper, que acudían a escucharlo y que, según Francisco, estuvieron muy cerca en los instantes previos a su elección.

Todos estos detalles están contados en el libro: infancia, vida de los ancestros italianos, vocación, estudios, dictadura, cardenalato y papado. Y también nos da el testimonio personal de su nombramiento, en el que no creía para nada, cuando ya casi la mayoría de los cardenales se habían decidido por él tras escuchar su brillante proyecto de sacar a la Iglesia de los palacios y de la "autorreferencialidad" para acercarla a los pobres y a  los otros.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 27 de abril de 2025.
 



   


miércoles, 16 de abril de 2025

ÚLTIMO ADIÓS A MARIO VARGAS LLOSA

Por Eduardo García Aguilar

La muerte de Mario Vargas Llosa el pasado domingo de Ramos en Lima, significa el fin no solo del boom latinoamericano sino de toda una era de la literatura postcolonial inscrita en la era humanista iniciada con la aparición de la imprenta de Gutenberg y el pensamiento de Erasmo y la existencia de grandes escritores patriarcales, casi padres de la patria, como Victor Hugo, Goethe y Tolstói, que representaban la lengua y el país, continente o región donde se habla y ejerce.

Para los escritores de mi generación, que éramos adolescentes y soñábamos ya con escribir cuando circularon sus primeras novelas La ciudad y los perros y Conversación en la Catedral, entre otras, su presencia ha sido desde entonces y a lo largo de las décadas incesante y casi diaria debido a la fuerza proteica de su prosa y energía literaria. A los 35 años, el apuesto y brillante joven ya era una estrella mundial de la literatura, traducido a muchas lenguas y siempre estuvo en la primera plana de los diarios y las revistas donde se publicaban sus artículos, entrevistas, reportajes y ensayos, convirtiéndose en una figura familiar.

Los aprendices de escritores adolescentes devorábamos los libros de los autores patriarcales en boga en esos momentos, como Vargas LLosa y García Márquez, Cortázar, Arreola, Cabrera Infante, Borges, Asturias, Carpentier, Fuentes y tratábamos de imitarlos y emularlos en nuestros primeros escritos enviados a los concursos literarios colegiales.

A mi me gustaba más el mundo de Julio Cortázar después de leer Rayuela o sus cuentos, y escribí varios textos cortazarianos que no estaban tan mal. Y también me fascinó Cabrera Infante por su maravillosa y juguetona novela Tres Tristes tigres, la modernidad de su estilo, distante del naturalismo peruano de Vargas Llosa. 
 
Guardo aún una veinte páginas que son un pastiche de la narrativa del peruano que leo asombrado, pues es prueba de que los muchachos de entonces fuimos impactados de frente por las estrellas del boom, quienes en cierta forma se convirtieron en pesadas losas en el camino de la escritura, como lo fue el terrible macondismo garciamarquiano, que tantos estragos hizo y hace.    

Vargas Llosa brilló en el ejercicio de la novela como un instrumento realista y a veces naturalista apto para revisar la compleja historia de Perú, que aborda desde todos los ángulos hasta su última obra publicada Le dedico mi silencio (2023), ambientada en los años 50 y 60 en el medio musical de los valses criollos limeños. También abordó temas históricos de otros países del continente y el mundo.

El peruano trabajó desde muy joven en redacciones de diarios y fue periodista al llegar a París del servicio español de la Agencia France Presse (AFP) y de Radio France Internacional (RFI). Ejerció toda la vida la profesión detacándose como gran reportero y articulista de opinión. Muchas de sus novelas utilizan a fondo las técnicas periodísticas de reportería e investigación, como en las que aborda la dictadura dominicana, el Brasil de la guerra de Canudos o los abusos en el Congo Belga y en el Perú en tiempos del caucho y del protagonista, el inglés Roger Casement.

A través de personajes reales volvía a revisar episodios de la historia latinoamericana como dictaduras, conflictos raciales, luchas sociales, generando un gran fresco parecido a los murales mexicanos de Rivera, Orozco o Siqueiros. Sus técnicas narrativas, adictivas, amenas, atraen al lector fascinado por la agilidad de los diálogos y la descripción minuciosa de lugares, paisajes, personalidades, prendas, sentimientos y comidas. 

Sin duda aprendió bastante de los grandes novelistas realistas y naturalistas franceses del siglo XIX, a los que admiraba, como Victor Hugo, Balzac, Dumas, Flaubert, Zola y otros que leyó al llegar a París con su esposa la tía Julia, huyendo de un Perú donde se asfixiaba. Pero volvió al final de sus días, antes de morir, para recorrer los escenarios limeños narrados en sus primeros libros, allí donde comenzó su increíble destino.
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 La Patria. Manizales. Colombia. 20 de abril de 2025.








viernes, 11 de abril de 2025

EL FANTASMA DEL 9 DE ABRIL

Por Eduardo García Aguilar

Ahora que conmemoramos de nuevo el 9 de abril de 1948, una fecha crucial en la historia colombiana del último siglo, en todos los medios y las redes sociales aparecieron artículos e imágenes sobre las diversas versiones del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en pleno centro de la capital. Desde entonces se han publicado decenas, tal vez centenares de libros sobre el acontecimiento, entre los que se destacan los del escritor Arturo Alape, quien dedicó gran parte de su vida a estudiar los sucesos, entrevistando a centenares de personas y consultando todos los archivos posibles desde múltiples ángulos.

Poco después del magnicidio empezaron a salir en ediciones modestas de época libros pequeños de muchos de los protagonistas, como de quienes estaban al interior del palacio presidencial al lado del presidente Mariano Ospina Pérez y su esposa Bertha Hernández, que según dicen solía llevar pistola al cinto y era un personaje de armas tomar. También hay testimonios de los liberales que fueron invitados a la sede del poder cuando estaba a punto de ser tomada por los rebeldes, Bogotá ardía y Ospina buscaba consensos con ellos para salir de la situación.

Entre esas versiones hay por supuesto libros de los partidarios de Ospina Pérez y del conservatismo que llevan  agua a su molino para limpiar la imagen del presidente y empresario antioqueño, a quienes sus opositores y la esposa del sacrificado líder acusaban de ser el autor intelectual del crimen del líder liberal, cuyo ascenso político lo ponía a las puertas de acceder a la primera magistratura, algo inadmisible para el establecimiento.

Otras versiones son de personas que estaban en la calle y descubren con detalle desde todos los ángulos las circunstancias del asesinato y dan crédito ya sea a la versión oficial de que el asesino único fue Juan Roa Sierra y hacen investigaciones periodísticas exhaustivas sobre su vida, familia, y circunstancias previas a la supuesta acción criminal, como la compra de la pistola, el dinero que le dio a su esposa antes y su presencia antes en el lugar de los hechos.

Otros hablan de la presencia de un segundo tirador y cómplice, un tal detective de apellido Potes, que habría desarmado a Roa para entregarlo a la jauría después de los hechos y que según versiones declaró ya anciano y agonizante en la miseria a un viejo amigo, para liberarse del remordimiento, que él fue el verdadero asesino. Otros dicen que Roa Sierra fue solo un chivo expiatorio que se encontró por desgracia en el sitio y en el momento equivocado.

También se especula sobre la participación de los servicios secretos estadounidenses y hasta se involucra al joven Fidel Castro, quien estaba presente en el sitio del crimen y era uno de los centenares de invitados que vinieron a Bogotá a participar en la importante IX Conferencia Panamericana que se celebraba en la capital y era el evento ideal en el marco del cual se cometió el crimen.

Tal y como pasa en todos los magnicidios, como el del presidente estadounidense John F. Kennedy, ocurrido en 1963, en el de Gaitán todas las pistas fueron trucadas y al final las diversas versiones se entrecruzaron para que el asesinato quedara impune y sin solución posible. Lío de faldas, frustración del asesino, que había pedido empleo a Gaitán, y mil hipótesis más se mezclan con la actividad tenaz y múltiple de los detectives y sicarios de los temibles servicios secretos colombianos al servicio del régimen, que en ese entonces y después se las han arreglado para matar a miles de líderes opositores y candidatos presidenciales como Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro Leóngomez, Bernardo Jaramillo y tantos otros.

Plinio Apuleyo Mendoza, cuyo padre de mismo nombre estaba con su amigo Gaitán en el momento y recibió el cuarto impacto, también hizo su relato y presentó sus hipótesis, entre las cuales se destaca la presencia de ese misterioso segundo hombre, versión a la que Gabriel García Márquez, también presente en Bogotá el 9 de abril, daba crédito.  

La muerte de Gaitán ha producido centenares de libros, miles de artículos y fotografías e invadió también la ficción, pues desde entonces centenares de novelas han abordado el tema, pues no hay colombiano de la época o posterior que no haya oído en casa los relatos de sus mayores traumatizados por el acontecimiento, tanto que ahora, en el 2025, casi ocho décadas después, se sigue viviendo como si hubiese sido ayer. Y el crimen también ha invadido los sueños, pues los hechos se pasean con frecuencia en el ámbito onírico de los colombianos. Jorge Eliécer Gaitán sigue vivo entre nosotros como un fantasma incesante y su voz elocuente resuena aun en las esquinas.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 13 de abril de 2025.

               

 

sábado, 5 de abril de 2025

LA FUERZA CREATIVA DEL RUSO PUSHKIN

Por Eduardo García Aguilar

La novela en verso Eugenio Oneguin de Alejandro Pushkin, publicada en 1833, en pleno auge del romanticismo europeo, es una de las obras mayores de la literatura rusa, que casi dos siglos después sigue leyéndose y representándose en adaptaciones en ópera, teatro y cine como una obra moderna, ágil, juvenil, cautivante expresión de esa generación conmovida por los acelerados cambios del mundo y las guerras.

Es la historia de los amores cruzados de Eugenio y Tatiana, primero en un vecindario de grandes haciendas situadas en la provincia y luego en el Moscú aristocrático donde hierve la vida de los privilegiados cercanos al poder autoritario de los zares, en medio de lujosas fiestas donde se bailan y escuchan mazurcas y valses y la juventud heredera se prepara para reproducir el destino familiar trazado por los patriarcas.

Como casi todos los autores del siglo XIX ruso, Pushkin (1799-1837) optó por describir y relatar las vicisitudes amorosas y sociales de las élites aristocráticas y terratenientes ancladas en lejanos palacios campestres donde pasan los veranos y en las mansiones o apartamentos de Moscú y San Petersburgo, cerca de la corte zarista, pero en esta obra se siente además el palpitar del alma juvenil rusa de entonces, que es a la vez muy local y nacionalista, aunque también afrancesada, romántica y europea.

Oneguin es un heredero rebelde que después de una primera juventud acelerada de fiesta en fiesta se convierte en un frio ermitaño que se aleja de la mundanidad, de la misma forma que muchos personajes de las novelas rusas. Igual que en la Guerra y la Paz y Ana Karenina de León Tolstói, vivimos por dentro la vida de las familias privilegiadas, sus fiestas frecuentes y el interés de los mayores, patriarcas y matriarcas, por casar bien a su hijas con miembros de la aristocracia o el cuerpo militar al servicio del Zar. 

Pero después de la invasión de Napoleón Bonaparte, cuando Rusia logró vencerlo en épicas guerras, la juventud quedó marcada por el espíritu romántico liderado por Lord Byron y otros que murieron muy jóvenes como el propio Pushkin, unos en duelo y otros en el campo de batalla. Desde los tiempos Catalina y Pedro el Grande, las élites eran muy afrancesadas y en la corte siempre fueron recibidos unos tras otros libertinos e ilustrados dieciochescos como Voltaire o el precursor de la independencia latinoamericana Francisco de Miranda.

La obra es muy literaria, pues Pushkin, al contar la historia de su héroe menciona con frecuencia autores franceses, europeos y rusos que solían leer los jóvenes educados, el primero de ellos Lord Byron y su héroe Childe Harold. Y lo es aun más pues el ruso despliega su gran talento al describir campos y salones, habitaciones y el alma de los personajes secundarios como el muy joven e inocente poeta Laski, aun crédulo en amores y con pasión libresca. Sin olvidar a los campesinos y a la servidumbre.   
 
Pushkin murió a los 37 años a causa de un duelo, como era usual en aquel tiempo, pero en su corta vida dejó obras magistrales que lo convirtieron en un ídolo de la literatura rusa. Entre ellas se destacan además de Eugenio Oneguin, libros como La hija del Capitán y Boris Godúnov, entre otros que nos conmueven aun por su fuerza, la intensidad de sus sentimientos y la capacidad para adentrarnos en el espíritu ruso de aquellos tiempos.

Leyendo a Pushkin nos percibimos de los fuertes lazos que Rusia ha tenido en sus mejores tiempos con Francia y con Europa, aunque a veces tuvo que enfrentarse a los ejércitos de las potencias que siempre codiciaron sus grandes extensiones e incontables riquezas naturales. También en otras épocas fue aliada de Europa, como lo muestra el papel que desempeñó en la derrota del nazismo en la Segunda Guerra mundial, donde perdieron millones de soldados.

Por eso siempre es un gran placer volver a leer a Pushkin, Turguéniev, Gogol, Tolstói, Dostoievsky y al gran Mijail Bulgákov, autor de El maestro y Margarita, que por sus delirios tiene vasos comunicantes con esta novela romántica del malogrado poeta, cuya prematura partida lo dejó joven para siempre.    
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Publicado en La patria. Manizales. Colombia. Domingo 6 de abril de 2025.


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domingo, 30 de marzo de 2025

LA LECCIÓN DE LOS TERREMOTOS

Por Eduardo García Aguilar


La terribles imágenes del terremoto que sacudió Birmania, Tailandia y varios países del sudeste asiático este viernes, en especial las del desplome de varios rascacielos, muestra la terquedad de los humanos que se empecinan en construir torres altísmas en lugares conocidos por la ineluctable actividad sísmica que nunca perdona.

La voracidad de los empresarios inmobiliaros no tiene límite y con tal de vender apartamentos a los incautos y enriquecerse rápido, construyen adefesios junto a precipicios o en medio de regiones o fallas tectónicas que tarde o temprano serán sacudidas por terremotos. Les importa un comino la vida de sus clientes, que aspiran con esfuerzo a ser propietarios y adquieren solo sueños.

América Latina, desde Estados Unidos hasta la Patagonia, está cruzada por una enhiesta cordillera que muestra el implacable y violento choque de las placas y las fallas tectónicas que se encabalgan unas sobre otras creando altas cumbres nevadas coronadas por volcanes.

En Estados Unidos se sabe desde el terrible terremoto de San Francisco en 1906 que todas las ciudades y localidades costeras de California serán sacudidas por un terremoto que ya denominan el Big One y así sucesivamente México, Guatemala, Centroamérica, Colombia, Perú y Chile tienen en su prontuario histórico inolvidades y terroríficas conmociones telúricas que todos los latinoamericanos hemos experimentado desde niños y los prehispánicos conocían y conjuraban con sus propios métodos de construcción.

Pero los rapaces magnates inmobiliarios contemporáneos olvidan ese pasado con la complicidad de las autoridades corruptas y es aterrador ver como casi todas las ciudades medias basan su reciente desarrollo y progreso según el número de rascacielos y edificios que conforman un impresionante skyline, del que se sienten orgullosos. Nadie los controla, nadie prohíbe sus fechorías, no hay planes urbanísticos serios.

Han olvidado que nuestros ancestros construían casas y edificios de bahareque y guadua que eran bellos y livianos y resistían los impactos telúricos y que los prehispánicos peruanos dotaban a los cimientos de sus viviendas de una extrañas bolsas tejidas llenas de piedra que ayudaban a reducir el impacto de los sismos, que conocían desde hace milenios y experimentaban de generación en generación.

Pero el absurdo desarrollismo del siglo XX en América Latina impuso la idea de que una ciudad o incluso un pueblo son más prósperos si se llenan de inmensos rascacielos de cemento que imitan a las torres de Nueva York y los ricos países árabes de Oriente Medio, donde los jeques invierten miles de millones de dólares en desafiar los cielos con sus absurdos delirios de nuevos ricos, y así ocurre en Tailandia, Singapur, China, India y otras zonas telúricas del llamado Tercer Mundo. 

Sobreviviente del terrible terremoto de noviembre de 1985 en la Ciudad de México y testigo de aquel desastre inenarrable, vi como todos los edificios recientes construidos en tiempos de la prosperidad petrolera de la segunda mitad del siglo XX caían unos tras otros como castillos de naipes o se hundían mientras las construcciones coloniales o decimonónicas resistían, como la mía, el famoso edificio de la Casa de las Brujas en la Plaza Río de Janeiro de la Colonia Roma, que me salvó la vida.

Decenas de miles de personas murieron aplastadas en esos feos edificios del progreso construidos con malos materiales en un lugar que se sabía no era apto para ese tipo de construcciones pues era un antiguo lago en zona sísmica. Pero 40 años después los rascacielos siguen proliferando en esa ciudad y en todas las ciudades grandes y medias del llamado Tercer Mundo, donde reina el cemento y la codicia inmobiliaria ante la indiferencia de las autoridades de control que se hacen los de la vista gorda y cobran por ello.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 30 de marzo de 2025.

   




domingo, 23 de marzo de 2025

CONTAR LA VIDA PROPIA

 Por Eduardo García Aguilar

Una de las corrientes más fuertes y exitosas de la narrativa contemporánea en este siglo XXI es la relacionada con el relato autobiográfico, la confesión o la recuperación de personajes históricos o familiares que se convierten en materia novelística.

Este tipo de libros son los que logran más ventas y llenan las estanterías y las mesas de las librerías del mundo, relegando a un segundo plano otras expresiones literarias más elaboradas.

Aunque muchos autores siguen ejerciendo la ficción como tal, tratando de que crear mundos originales dentro del mundo, o practican una rebelde voluntad de estilo hasta llegar a lo barroco o lo muy subjetivo, la industria editorial multinacional casi en todos los países, liderados por Francia, España y el mundo anglosajón en general, privilegia ahora los relatos donde los autores de todas las edades, sexos y orígenes se desnudan y abren al lector la vida íntima de las familias o la suya propia, con sus tragedias, enfermedades y sangrientos secretos.

De esa manera logran una conexión profunda con muchos lectores, que encuentran en esos libros formas de identificación profunda, como si fueran espejos que abordan los dramas más duros de la existencia, que en fin de cuentas es la tragedia de todos.

Esos libros en boga en estos tiempos, que se venden como novelas, son en cierta forma variantes de la autoayuda y abordan temas como el suicidio de un familiar, el abuso sexual, el incesto, las dificultades generadas por el género, la orientación sexual, la discapacidad o la raza.

La confesión autobiográfica siempre existió en la historia de la literatura humana, pero se consideraron obras de no ficción, y muchos de sus autores a lo largo de los siglos lograron un prestigio inmortal con sus relatos y desnudeces personales, como en las Confesiones de San Agustín, las Memorias de Giacomo Casanova y las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand y tantos otros magníficos prosistas.

En los últimos siglos se consideran como ejemplos máximos de las obras de ficción el Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra, sin olvidar los grandes clásicos rusos Tolstoi y Dostoievsky, los franceses Balzac, Dumas y Victor Hugo, el inglés Charles Dickens, el estadounidense Mark Twain y la Metamorfosis y otros libros del praguense Franz Kafka. La lista sería interminable.

En las últimas décadas Francia lideró ese viraje hacia la autoficción con los grandes éxitos del Premio Nobel Annie Ernaux y Catherine Millet, autora de La vida sexual, seguidas por Virginie Despentes, Christine Angot o El consentimiento de Vanessa Springora, la última de esa saga femenina.

Entre los hombres, el más celebrado ha sido Emmanuel Carrère. Después de ellos, la tendencia se volvió mundial.

Y los periodistas autores de reportajes narrativos ahora también reivindican la parte de la torta y exigen ser considerados como novelistas. Los exquisitos autores de ficción que no se escudan en el yo están ahora de capa caída.

Cuando uno lee las Confesiones de San Agustín (354-430), publicadas en la colección Austral, se da cuenta de que es un libro moderno, casi contemporáneo, que cuenta las peripecias personales de un terrible pecador carnal que se acerca a Dios y se convierte en uno de los grandes padres del cristianismo.

Es un libro febrero, donde vivimos el día a día de un hombre de su época. Y ni qué decir de ese otro gran libertino, Casanova, que nos lleva de visita a la Venecia ya la Europa de su tiempo a través de las aventuras amorosas.

Y para cerrar el círculo contemporáneo, también se está dando un viraje reciente con el auge de la poesía confesional que se abre cada vez más camino y margina otras expresiones poéticas que algunos consideran más puras y abstractas, inspiradas en grandes poetas como Stéphane Mallarmé y TS Eliot. De esa forma regresa el gran poeta nacional de Estados Unidos Walt Whitman, cuyas Hojas de Hierba, son ejemplo máximo de la poesía confesional, patriótica y narrativa.

Pero los amantes de la ficción quijotesca seguirán disfrutándola hasta el delirio.

Lo autobiográfico tal vez solo sea un síntoma, una moda fugaz de nuestro amargo tiempo.

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo  23 de marzo de 2025.


martes, 18 de marzo de 2025

GREGORIO SAMSA EN CARTAGENA


Por Eduardo García Aguilar

 Gregorio Samsa supo a tiempo por varios indicios que su amigo Franz Kafka quería convertirlo en un inmundo insecto y antes del alba escapó de su casa modesta sin que se enteraran su padre, su madre y sus hermanas y se dirigió corriendo a la estación de trenes de Praga por las calles mojadas, donde saltó sin comprar boleto hacia un tren que estaba a punto de partir a Berlín.

En Berlín Gregorio Samsa se sintió a salvo, lejos de su tierra natal, el castillo omnipresente, el codicioso jefe de la empresa de hilos, los capataces y la mirada inquisidora de vecinos y familiares, en especial la de su padre autoritario, un hombre alto y de gran vozarrón que se escuchaba día a día en la modesta vivienda donde residían.

Allá estaba obligado a trabajar para saldar las deudas de su padre y ayudar a la familia en un empleo aburrido y rutinario que lo llevaba con frecuencia a viajar a ciudades de provincia y entrar en contacto con todo tipo de clientes pesados, cascarrabias y avaros. Presionado por traer buenos resultados y pedidos, vivía angustiado y se comía las uñas teniendo un peso metálico en su palpitante corazón.

Berlín la cosmopolita le encantó y se instaló en una pensión barata no muy lejos de la Avenida Unter den Linden, en una cuadra con deliciosos restaurantes para trabajadores donde comía, entre el bullicio y la humareda de los cigarrillos, platos de lentejas, papas y rodajas de cerdo en salsa acompañados por vino barato y generoso.

Nunca había sido tan feliz y la timidez fue desapareciendo poco a poco, su rostro antes tenso y el rictus de amargura cotidiano dieron paso a una expresión serena y convivial, como si la vejez artificial y prematura de Praga hubiera desaparecido para revelar de repente al verdadero joven que era en realidad. Su corazón palpitaba de alegría después de tomar ese vino, cuyas copas sonaban al chocarse en los brindis de rozagantes comensales, camareras risueñas y muchas empleadas modestas que llegaban allí con sus novios o amigas para compartir después del trabajo largas horas de fiesta.No tardó en trabar amistad con algunas de esas muchachas robustas y cómicas que lo llamaban Greg y lo invitaban a caminar por los bulevares cuando el tiempo era benévolo, o a pasear junto a ríos y lagos viendo a lo lejos la danza de los cisnes y el jugueteo de parejas de patos sobre la superficie oscura del agua profunda y helada.

Él, quien antes pasaba su vida encerrado en las oficinas de la fábrica de hilos al lado de contadores o en las pensiones donde pernoctaba cuando viajaba a pueblos perdidos de comarcas lejanas, o en la aburrida casa familiar, atormentado por miedos y pesadillas, descubrió el olor del bosque, el aroma de musgos y troncos forestales donde crecían hongos enormes, carnosos y coloridos y sobre todo el perfume de las mujeres berlinesas del pueblo que le coqueteaban y lo perseguían corriendo por los senderos de los parques.
Gregorio Samsa no podía creerlo y unos meses después, cuando gracias a su experiencia encontró empleo en una empresa distribuidora de hilos y máquinas de coser que administraba uno de los jocosos comensales de las tabernas de la calle donde vivía, se le podía ver elegante con sombrero de copa, paraguas, corbatín y traje del brazo de Herta, una de aquellas jóvenes que logró al fin seducirlo después de muchos paseos por las orillas del lago central.
Un día su jefe lo condujo a la oficina del director general, que estaba acompañado esa mañana por un rico empresario latinoamericano, nativo de Colombia, quien desde hacía meses estaba en Alemania haciendo gestiones para comprar y llevar a su país las máquinas de coser que distribuían allí, así como pedidos enormes de telas, agujas, dedales e hilos y otras mercaderías que viajarían al terminar su viaje de negocios en un enorme barco que salía de Hamburgo y que estaban destinadas a surtir una nueva tienda distribuidora en la capital del lejano país y una sucursal bodega en Cartagena de Indias, encargada de recibir los envíos tras cruzar el Atlántico. El rico colombiano había llegado a un acuerdo con el director para ser el distribuidor exclusivo y representante de esos productos en ese país.
El director le propuso a Gregorio Samsa ser el enviado de la empresa con la misión de gerenciar la bodega receptora en el viejo puerto colombiano, a donde llegaban los barcos después del largo viaje. Tras aceptar la propuesta no durmió durante varios días de la preocupación por lanzarse a un mundo desconocido, pero su amante la rolliza y simpática Herta lo animaba y lo hacía conciliar el sueño después de horas de caricias y amores interminables.
Gregorio y Herta viajaron en verano en un enorme transatlántico de la American Linie supervisando la llegada a buen puerto del enorme cargamento de mercancías y meses después ya estaban instalados en Cartagena de Indias en una casa colonial llena de flores, papagayos y loros reales, donde un año después nacieron sus primeras gemelas en medio de las atenciones del servicio doméstico.
La familia creció con los años y se convirtió en una de las más distinguidas del puerto. La nueva sociedad, en la que Gregorio terminó por poseer la mitad de las participaciones, creció sin límites y creó sucursales en muchas ciudades del interior. Dominó pronto y con facilidad la nueva lengua e inclusive llegó a hablar con acento costeño, a bailar en las recepciones como ninguno y a ser uno de los hombres más joviales y generosos de su tiempo.
Nadie en Praga y menos su familia podía imaginar la extraordinaria metamorfosis de Gregorio Samsa, el hijo desaparecido que nunca dio noticias de su destino. Por su parte, su amigo el escritor Franz Kafka, frustrado en su intento de convertirlo en un horrendo insecto, renunció a la vida literaria y murió años después deprimido, pobre, tuberculoso, sifilítico y alcohólico, sumido en el más absoluto anonimato.

Eduardo García Aguilar (Manizales, 1953) es novelista, poeta y periodista colombiano, radicado actualmente en París. Durante más de quince años vivió en México, como corresponsal de una agencia internacional de noticias. Ha publicado las novelas Tierra de leones (1986), Bulevar de los héroes (1987) y El viaje triunfal (1993), la colección de relatos Urbes luminosas (1991), los libros de poemas Llanto de la espada (1992) y Animal sin tiempo (2006), así como Celebraciones y otros fantasmas: Una biografía intelectual de Álvaro Mutis (1993), Delirio de San Cristóbal. Manifiesto para una generación desencantada (1998), Voltaire, el festín de la inteligencia (2005) y París Exprés (2016). Libros suyos han sido traducidos al inglés, francés y bengalí.


lunes, 17 de marzo de 2025

LOS TIEMPOS DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL

Por Eduardo García Aguilar

Siempre he considerado a la Universidad Nacional de Colombia, en su sede de Bogotá, como mi Alma Mater, aunque solo estuve ahí estudiando Sociología dos años intensos e inolvidables que marcaron para siempre mi camino en las ciencias sociales y por supuesto en la literatura. En aquel entonces esa carrera era la de moda en ese campo, como lo fue antes el derecho y después el periodismo, y las tres han graduado millones de estudiantes en el mundo.

Durante un siglo e incluso en la actualidad, la carrera de derecho lleva la delantera y aunque sin duda ha graduado y gradúa a muchos que más tarde serán bandidos o cómplices de la corrupción, también es cierto que una gran mayoría de los abogados quedan marcados por las clases de grandes juristas generosos y sabios, que además de elocuentes, aman las letras y el pensamiento por sobre todas las cosas, inspirados en los discursos y la vida de Cicerón.

Se supone que el abogado debe saber hablar y argumentar y además escribir bien, sin lo cual no podrá brillar en los estrados ni en las oficinas. Nuestro país es y  ha sido sin duda uno de abogados y cuenta en todo el territorio con excelentes universidades, donde siempre se han destacado notables docentes que además de transmitir los conocimientos a sus alumnos, vibran en el fondo de la vida real de un país tan complejo, violento e impredecible como es Colombia.

Un día antes de su muerte trágica, Jorge Eliécer Gaitán ganaba un caso como penalista y al día siguiente seguía con su febricitante actividad política en la Jiménez con séptima donde lo mataron, animado por los años que estudió en Roma y conoció allí a los mejores maestros en la capital que dos milenios antes fue centro del más brillante y poderoso imperio jamás conocido.

En mi caso, tambíen debí ser estudiante de derecho, pero en esos tiempos colombianos agitados de cambios y pasión por la justicia social, sentí el llamado de seguir por otros rumbos y optar por la Sociología en la más prestigiosa sede fundada por el padre Camilo Torres y donde en un principio dominaron las ideas de Orlando Fals Borda. Mi sabio padre, que era muy prudente, comprendió mi camino y decidió que nos íbamos a vivir a Bogotá, donde ya mi hermano mayor Humberto se había graduado en derecho y ciencias políticas en la Gran Colombia.

Mi padre me acompañó el primer día de inicio de clases hasta la entrada de la Universidad en la calle 45 y desde entonces viví con pasión la magnitud de aquella experiencia inolvidable, no solo recibiendo clases de grandes eminencias como el profesor de historia Darío Mesa o del geógrafo alemán Ernesto Gühl, quien nos llevó a la laguna de Guatavita y nos abrió las puertas del Instituto Agustín Codazzi, sino que entramos de lleno en aquel universo de mil ventanas y puertas donde vibraba una generación rebelde y soñadora.

Estaban a un lado las residencias "la Gorgona", donde residían centenares de estudiantes provenientes de las provincias y al otro las residencias femeninas y otros recintos para jóvenes que vivían de lleno la soledad de la fría urbe. En mi caso, tenía casa no lejos de allí y muchas veces mis compañeros de otros departamentos venían a pasar tardes enteras. Así conocí condiscípulos de Girardot, Moniquirá, santandeareanos, costeños, llaneros, boyacenses, chocoanos, bogotanos o antioqueños y pronto ya tenía uno todo el país en la cabeza.

Además de las clases, conferencias, exposiciones de arte y cineclubes, se registraban violentas manifestaciones y huelgas que convertían la 26 en un campo de batalla. Pero uno visitaba también las bibliotecas Luis Angel Arango o la Nacional y recorría el centro lleno de espléndidas librerías hoy desaparecidas, cines y cafés visitados por leyendas como Luis Vidales, Jorge Zalamea o León de Greiff y ahí, viéndolos de lejos, entre todos soñábamos con cambiar el país.

Ahí en la Nacional vivimos inocentes, en el Jardín de Freud, frente a la sede de Sociología, las jornadas insomnes del golpe de Estado en Chile, con la esperanza de que un milagro ocurriera y después como por arte de magia el tiempo se difuminó. 
 
Como terminar una carrera con tantas huelgas podía durar lustros o décadas, llegó el tiempo de volar a Francia a buscar otros rumbos. Pero cada vez que vuelvo a la sede de la Nacional siento que es mi casa, el epicentro donde comenzaron tantas cosas maravillosas. 
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 16 de marzo de 2025. 
*** Foto del Jardín de Freud en Sociología en la Universidad Nacional, mi primera Alma Mater.

       


  
 
 

 

 

sábado, 8 de marzo de 2025

VENUS Y LA LUNA SOBRE EL POMPIDOU

Por Eduardo García Aguilar


En lunes 10 de marzo cierran los pisos de la colección permanente de arte moderno del Centro Pompidou y por eso había que ir a ver una parte de la colección antes de que desaparezca de la observación pública por cinco años, mientras se realizan los trabajos de renovación total del excéntrico edificio inaugurado hace casi medio siglo, uno de los íconos de la arquitectura moderna.

Debido a la afición por el arte moderno del presidente Georges Pompidou y su esposa, el gobierno realizó una convocatoria para construir un museo moderno en espacios abiertos en aquellos tiempos en pleno vientre de París y los ganadores fueron Renzo Piano y Richard Rogers, jóvenes arquitectos novatos que nunca imaginaron que su proyecto loco, que hicieron por molestar, fuera el elegido de entre centenares de propuestas. 

El edificio aun hoy impresiona por su delirio, pues el proyecto tenía como idea construir un edificio de módulos que dejara ver toda la estructura interior, por lo regular oculta, y así desde lejos se ven centenares de tubos, varillas y estructuras metálicas pintadas de colores estrafalarios a tono con la década de los 70, cuando estaba en auge el arte pop, la escultura chatarra, el arte pobre y las imaginerías de escultores como Calder y otros que conquistaban el mundo con sus delirios asimétricos, disimétricos y cambiantes de hierro o latón.

Pompidou, autor de una de las mejores antologías de la poesía francesa,  murió en abril de 1974 y no pudo ver su obra, inaugurada en 1977 por el siguiente presidente, el centrista Valery Giscarg d'Estaing. A todos los niveles se accede desde entonces por unas escaleras eléctricas entubadas con forma de oruga y al llegar al más alto piso se logra una vista espectacular de la ciudad. Este 6 de marzo de adioses, al fondo se veía en el crepúsculo la torre Eiffel y arriba Venus brillando como nunca, tras una jornada soleada con cielo azul que presagiaba ya la primavera, después de un largo y monótono invierno.

Al frente hay una gran explanada donde varias generaciones de saltimbanquis han desplegado sus artes y oficios como en los tiempos del medioevo, un lugar despejado donde en una esquina se encuentra el taller del escultor rumano Brancusi y suenan las músicas improvisadas, la actividad de artesanos y artistas y el tropel de los visitantes que hacen cola para acceder a los varios espacios.

A lo largo del tiempo ahí ha habido exposiciones rigurosas y muy bien curadas de todos los movimientos artísticos modernos del siglo XX, suprematismo, futurismo, cubismo, dadaísmo, expresionismo, surrealismo, arte abstracto, y retrospectivas de grandes artistas como Dalí, David Hokney, Jeff Koons, Lucien Freud, Francis Bacon o Amselm Kiefer. Ahí se han visto también retrospectivas de latinoamericanos inolvidables como la mexicana Frida Kahlo y el cubano Wilfredo Lam.

Pero además ha sido sede de coloquios y conferencias, debates interminables sobre los temas del arte contemporáneo y el mundo fascinante de ese siglo de guerras y explosiones artísticas. Con sus dos salas de cine y teatro, también en ese lugar el arte moderno y la poesía han seguido su rumbo desde entonces.

Antes ya habían cerrado los tres niveles de la Biblioteca pública de información, frecuentada masivamente por la gente, y hacia septiempre todo el edificio cerrará por completo durante un periodo que puede prolongarse. O sea que los turistas del mundo amantes del arte moderno que suelen visitarlo quedarán en ascuas y huérfanos y tendrán que esperar para volver a subir por esas escaleras eléctricas entubadas y exteriores que hacían las delicias de todos, viejos, maduros y niños.

Con mis amigos Gustavo Nieto y Miguel Angel Reyes, notables artistas contemporáneos colombianos que viven desde hace mucho tiempo en esta ciudad, recorrimos la sala donde están los principales cuadros de las dos primeras décadas del siglo XX que revolucionaron para siempre el arte, con obras de Picasso, Braque, Picabia, Goncharova, Kupka, Marcel Duchamp, Suzanne Valandon, Max Ernst y tantos otros. Una delicia verlos antes de que se oculten por un tiempo. Hace un siglo ellos dinamitaron el arte mundial y abrieron pasarelas hacia el futuro, que hoy siguen vigentes en medio de preocupantes tambores de guerra. 
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Publicado en La patria. Manizales. Colombia. Domingo 9 de marzo de 2025.