martes, 8 de julio de 2025

ENTREVISTA CON EDUARDO GARCIA AGUILAR. POR JORGE CONSUEGRA. Letrasylibros.com (2006)


1. ¿A qué edad escribiste el primer cuento?

Lo escribí a los 13 años, en tercero de bachillerato, y lo titulé "Los secretos del infierno". Un periodista joven iba a las profundidades del infierno en la siberiana ciudad de Yakutia, en Rusia, para entrevistar al diablo. Lo envié a un concurso de cuento intercolegiado y gané. Luego vino la ceremonia de premiación ante cientos de alumnos y subí al estrado en medio de los apalusos. El rector me entregó el premio: un libro de Hemingway con varios relatos, entre ellos "Las nieves de Kilimanjaro". Fue un instante inolvidable, pues no hay nada mejor que un escritor adolescente: allí la literatura vive su estado químicamente puro. Es el sueño infinito contra los despeñaderos. Y además me dio la oportunidad de conocer la obra de Ernest Hemingway, cuyos libros "El viejo y el mar" y "París era una fiesta" me encantan.


2. ¿Cuál fue el tema?


Un periodista novato e intrépido va al infierno para entrevistar al diablo y sale a la superficie en la ciudad siberiana de Yakutia. Sin duda había influencias del Mefistófeles del "Fausto" de Goethe, que acababa de leer en la edición juvenil de Sopena, y del cuento "A la diestra de dios padre" de Tomás Carrasquilla, uno de mis escritores colombianos preferidos. Al final el personaje publica su entrevista en las revistas Time y Life, se hace conocido en todo el mundo por la primicia y después del éxito se dispone a buscar en algún lugar del planeta a Jesucristo para entrevistarlo.


3. ¿Qué se hizo ese cuento?


Guardo el original con unas anotaciones en tinta roja de un maestro de literatura del Instituto Universitario que, me acuerdo, era un señor muy alto y flaco, quijotesco. Además de mi padre, que amaba la literatura y vivía rodeado de diccionarios, tuve muy buenos profesores de letras. Eran los que me defendían en los colegios de las autoridades y de los profesores de matemáticas, física y química que me consideraban peligroso e hicieron todo por aniquilarme. Para ellos un chico que sueña con ser escritor y no ingeniero, militar, abogado o médico es muy peligroso para la sociedad.


4. ¿Cuándo supiste que ibas a ser escritor?


Sin duda el día en que subí a recibir el premio. Me gustó esa sensación súbita y efímera del triunfo literario. En el camino del colegio a la casa con el libro del premio en la mano flotaba de emoción y orgullo. Llegué a casa y le conté a mi padre la noticia. Celebramos en familia. Ese día lo tengo muy claro, fue una revelación. Desde entonces no paro. El adolescente de ese día sigue aquí dentro. El estatuto de escritor adolescente es maravilloso e inquietante. Hay que seguirle siendo fiel, no traicionarlo.


5. ¿Cómo surgió el primer libro?


El primer libro publicado como tal fue "Cuaderno de sueños", una pequeña colección de cuentos, publicada en México por la editorial El Tucán de Virgina, en 1981, después de ganar el premio de cuento "Los otros editores". Pero el primer libro para mí fue la novela corta "Tierra de leones", de 1983, un libro más complejo, que sería el primero concluido después de mucho trabajo y dudas. Sin embargo, no hay que olvidar que antes, el adolescente del colegio escribió varios libros que nunca publicó por fortuna. Yo mismo los encuadernaba y repartía a los amigos, que a su vez escribían y encuadernaban libros llenos de poemas malditos.


6. ¿Cuales fueron esos libros?


El primer "libro" de esa etapa de "arqueología literaria" personal sería una novelita corta que escribí a los 14 años llamada "El castillo de Anthony Jeffes", redactada con el estilógrafo verde mi abuela en un cuaderno cuadriculado azul y que sin duda estaba influida por "El retrato de Dorian Grey" y las novelas de espanto. Después escribí dos o tres colecciones de poemas existencialistas, terribles, escatológicos, como para cortarse las venas o lanzarse al salto del Tequendama. Los nadaístas estaban de moda en ese entonces en Colombia y todos queríamos ser Rimbaud. Además había en Manizales un poeta rockero de 20 años, Wadis Echeverri Correa, que organizaba lecturas y agitaba poéticamente la ciudad. Eran los tiempos de "In a Gadda Da Vida" de Iron Butterfly y "Satisfaction" de los Rolling Stones, los tiempos maravillosos del Festival Internacional de Teatro que trajo a Neruda, Asturias, Grotowsky, Sábato, entre otros muchos. Pero de esa etapa del colegio, lo más "serio" fue un poemario nerudiano en el que trabajé con más intensidad cuando estaba en sexto de bachillerato, a los 17 años. Hay logros, pero demasiada influencia nerudiana y del latinoamericanismo en boga en esa época, que ensalzaba lo prehispánico, lo popular, las revoluciones, el pueblo. De todos modos esos libros fueron escritos con total entrega e intensidad. Lo repito: no hay nadie más puro que un escritor adolescente.


7. ¿Luego que pasó?


Después viví en Bogotá dos años y estudié en la Universidad Nacional, antes de irme para Francia. En ese ambiente establecí el contacto básico con la literatura nacional. Por ahí en 1973 conocí a compañeros generacionales como Sonia Truque y Juan Carlos Moyano, entre otros, que leíamos nuestros textos en el taller Punto Rojo de Arturo Alape e Isaías Peña Gutiérrez. Había unas fiestas fenomenales en casa de Rosita Jaramillo y Jaime Echeverry, que acababan de llegar de Argentina y aportaban modernidad a la literatura colombiana. Las fiestas inolvidables eran en su apartamento de las Torres de Pekín, donde siempre ha vivido Germán Espinosa.


8- ¿Y cuando te fuiste de Colombia?


Me fui en febrero de 1974. La Universidad Nacional estaba cerrada, el ambiente político era atroz. A Francia llegué con 20 años recién cumplidos y allí realicé mis estudios universitarios, amé, bebí, fui a cine, viajé y leí mucho. Fue una etapa de formación. Mucho más leer que escribir y gozar la literatura francesa, que es inagotable. Días y semanas enteras leyendo y delirando con Stendhal, Balzac, Flaubert, Proust... Madrugábamos a escuchar a Michel Foucault y a Roland Barthes en el Colegio de Francia. Después de Francia me fui a California, a Los Angeles y San Francisco, donde estuve un año y descubri "Lolita" de Nabokov". Un día tomé un avión desde San Francisco y llegué a México con ganas de escribir en la prensa de ese país y publicar mis libros. A la escritura allí de la novela "Tierra de leones", influida por "Lolita", siguieron "Bulevar de los héroes" y "El viaje triunfal", que hacen parte de una trilogía. Pero con el peso de García Márquez y el "boom" encima aplastándolo a uno como montañas de mármol, era muy difícil escribir. El ejemplo y el nivel de "Cien años de soledad" y "Rayuela" eran muy altos para emprender como hormiga la factura de una novela. Además estaban ahí Borges, Rulfo, Cortázar, Onetti, Fuentes, Lezama Lima, Alejo Carpentier, vivitos y coleando....


9. ¿Cómo ha sido la vida de todos los libros?


Yo le debo todo a los amigos mexicanos. Ellos me abrieron desde 1980 las puertas de los periódicos, me publicaron todos los libros, respondieron siempre con muchos textos críticos publicados en las secciones culturales de los diarios y las revistas, e hicieron la fiesta en cada presentación. De hecho hace poco presenté mi último libro "Animal sin tiempo" en México y hubo una fiesta fenomenal en casa de Santiago Espinosa de los Monteros, en la colonia Roma. Yo crecí como escritor entre la gente mexicana de mi generación, que tiene brillantes autores, intelectuales polígrafos sólidos que no van sólo tras el best-seller y el éxito fácil. Ellos han sido mis amigos e interlocutores. Cuando pasan por París siempre los veo y hablamos de ese océano que es la literatura mexicana de la que he aprendido tanto. Creo que a fin de cuentas soy un escritor mexicano. No se como agradecerle a ellos esa atención y esa complicidad literaria. Ahora, también agradezco a Francia por toda una vida aquí. Aquí hice mis estudios universitarios y trabajo. París es una ciudad que amo. Pero en lo que respecta a mis libros, todo se lo debo a México y a los mexicanos.


10. ¿Qué libro te graduó de escritor?


Me "gradué" como escritor en México con las tres novelas de la trilogía compuesta por "Tierra de leones", "Bulevar de los héroes" y "El viaje triunfal". "Bulevar de los héroes" ya salió en Estados Unidos en inglés con prólogo de Gregory Rabassa. "El viaje triunfal" está traducida al inglés y al bengalí, en Calcuta. Luego publiqué una cuarta novela en México, "Tequila coxis", tambien inédita en Colombia, que es un homenaje a la ciudad donde viví tantos años, el Distrito Federal, y a su literatura, a ese mundo del cine de la época de oro, el surrealismo, Tamara de Lempicka, las cantinas, María Felix, Tongolele, Ninón Sevilla, Cantinflas, Agustín Lara y Dámaso Pérez Prado, el famosos "rey del mambo". Cada novela es un reto muy fuerte y por eso creo que uno tiene que "graduarse" siempre con cada libro que escribe. Uno no se gradúa nunca como escritor. Es como el mito de Sísifo.


11. ¿Qué ha significado París para los escritores latinoamericanos?


Es una intensa relación que se remonta a más de dos siglos. Primero los escritores y héroes de las independencias, románticos, que pasaban por aquí y compartían la vida con los franceses. Luego todo el siglo XIX y, a fines de ese siglo, los autores modernistas encabezados por Rubén Darío que adoraban París y la literatura francesa finisecular. En nuestro caso José Asunción Silva se formó en París y tanto su novela "De Sobremesa" como su poesía están influidas por los escritores simbolistas y finiseculares. A todo lo largo del siglo XX esa amistad fue aún más intensa. Toda la generación de los años 20 y 30, con César Vallejo, Miguel Angel Asturias, Alfonso Reyes, Alejo Carpentier y otros muchos estableció puentes que siguen vivos y abrieron las puertas al éxito espectacular del "boom" latinoamericano que con Cortázar, Vargas LLosa y García Márquez vivió intensamente los años 50, la posguerra, el existencialismo y la liberación cultural de los años 60. Ahora somos muchos los latinoamericanos que estamos aquí, pero no se está viviendo el esplendor grupal de las tres generaciones antes mencionadas: la de Rubén Darío, la de Vallejo y Asturias y la de Julio Cortázar. El mundo es ahora mucho más moderno, hay muchos polos mundiales de interés nuevo que están viviendo una fuerte interactividad. París ya no es el mito o el lugar necesario que fue en el siglo XIX y en el XX. Ahora es el web. Estamos unidos por los blogs. De hecho el mío es http://www.egarciaguilar.blogspot.com/

sábado, 5 de julio de 2025

UN POETA ALEMÁN EN COLOMBIA

Por Eduardo García Aguilar


De repente, entre mis libros apareció un volumen bilingüe alemán-francés con una antología de poemas del poeta alemán Eric Arendt  (1903-1984), publicada en 1991 con el título Noche de cícladas por la editorial La Diferencia, en su colección Orfeo, dirigida en Francia por Claude Michel Cluny, quien editó en la parte final del siglo XX más de un centenar de autores de todo el mundo. 

Empecé a leer los textos sacados de varios de sus libros y quedé de inmediato fascinado a medida que proseguía la madrugada y bebía poco a poco algunas copas de vino para celebrar cada uno de sus textos, que son hallazgos. El traductor Marc Petit escogió poemas de varias de sus obras, entre ellas Egeo (1967), Paja de fuego (1973), Memento e imagen  (1976), Borde del tiempo (1978) y Fuera de los límites (1981).

Sus poemas son precisos, contundentes, herméticos, ágiles, modernos y tienen formas impecables que van directo al grano de lo inefable, lo inexplicable, hacia el misterio de lo efímero y la eternidad que él extrae de sus viajes a su amada Grecia y otros confines del mundo. 

Casi amanecí leyéndolo deslumbrado y al leer la introducción y las informaciones sobre su vida, descubrí con sorpresa que vivió una década en Colombia como tantos otros emigrantes alemanes que huyeron de los nazis o fueron nazis, como el antropólogo Gerardo Reichel-Dolmatoff.

Arendt y su esposa crearon una fábrica de chocolates y mientras ella dirigía la producción, el poeta se dedicaba a la comercialización en todo Colombia y a las exportaciones. De esa manera viajó por todo el país y se familizarizó con los colombianos y sus costumbres.  Y escribió Tolú, una colección de poemas colombianos, donde habla de Tolú, el Caribe, Chicoral y el machete, entre otras cosas, publicada en 1956.

Arendt nació en abril de 1903 en Neuruppin (Brandenburgo) de un padre portero de una escuela primaria y madre lavandera. Se graduó en 1923 a los 20 años como maestro y en Berlín se conectó desde temprano con la vanguardia literaria y publicó sus primeros poemas en la revista Der Sturm. Adhirió joven al Partido Comunista y luego a otros movimientos proletarios de extrema izquierda. 

Luego fue maestro de literatura y dibujo en Buchholz y Berlín y se casó en 1930 con Katia Hayek, de origen judío praguense y quien fue su compañera de aventuras literarias y vitales. Viajan primero a Suiza y después a Mallorca y en España viven la Guerra civil, donde él participa con los republicanos en la  27º división catalana.

Tras la derrota de los republicanos españoles Katia y él se refugian en Francia y luego emigran hacia el Caribe, desde donde se dirigen a Colombia, país en el que viven de 1941 a 1949. En 1950 regresa a Berlin Este y empieza año tras año a publicar la mayor parte de su obra, logrando pronto la consagración y el ser considerado como uno de los grandes poetas en lengua alemana. 

En 1952 obtiene  el Premio Nacional de poesía. Además  se convierte en el gran traductor de los poetas de España y América Latina, entre ellos Pablo Nerufda, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Manuel Hernández, Nicolás Guillén, Luis Cernuda, Cesar Vallejo, Luis de Góngora y el estadounidense Walt Whitman.

Vitalista, amante de lo popular y exquisito en la poesía, Eric Arendt fue una notable figura de la República Democrática Alemana, donde murió en Berlín oriental el 25 de septiembre de 1984, cinco años antes de la caída del Muro. 

Ahora después de esta sorpresa, queda rastrear la vida novelesca de Arendt en Colombia, su relación con los poetas latinoamericanos, colombianos y españoles, su paso por España y su vida final en la Alemania oriental en tiempos de la Guerra Fría. 
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Publicado en La  Patria. Manizales. Colombia. Domingo 6 de julio de 2025.
 








sábado, 28 de junio de 2025

EL FANTASMA DE SIMÓN BOLÍVAR


Por Eduardo García Aguilar

Desde hace dos siglos la figura de Simón Bolívar ha sido utilizada por casi todas la corrientes políticas como forma de reconocimiento y anclaje en un mítico pasado glorioso y todos los latinoamericanos hemos vivido marcados por su imagen de ídolo trágico. 

Sus estatuas idealizadas en plazas de ciudades y pueblos, los discursos interminables de políticos y escribidores en actos solemnes con himno nacional o sin él, las biografías pomposas o académicas, las crónicas de grandes escritores como José Martí y Porfirio Barba Jacob, nos han nutrido de palabras como si él fuese un pegaso, héroe mitad humano y mitad veloz corcel.

Desde hace décadas trabajo el lado de donde él vivió en sus dos estadías en París, en las calles Vivienne y Richelieu y con frecuencia paso frente a las placas que marcan aquellos instantes de su vida en esta ciudad, cuando era un joven viudo de la élite caraqueña que leía y hacía la fiesta al lado del parque del Palacio Real, centro de encuentro de libertinos dieciochescos de la Ilustración y jóvenes militares napoleónicos.

Bolívar dice que presenció en París la autocoronación del joven corso Napoleón y la leyenda cuenta de su encuentro probable con el sabio y espía alemán Humboldt, quien le habría dicho que no encontraba quien sería el que estaría dispuesto y tuviera la estatura para liberar las colonias americanas del yugo español, idea que germinó en la imaginación del joven aprendiz, amante de su vecina Fanny de Villars, lector, millonario y viajero que habría jurado en el monte Aventino de Roma liberar la región.

Las placas colocadas en los lugares donde vivió Bolivar aquí al lado de la sede de la Agencia France Presse, junto a la antigua Biblioteca Nacional de Francia, que sin duda frecuentaba el joven y futuro prócer, fueron instaladas por los estudiantes de la época de entreguerras del siglo XX, liderados entonces por el guatemalteco Miguel Angel Asturias, quien acababa de publicar Leyendas de Guatemala, primer best-seller latinoamercano de esos tiempos.

Asturias se reunía con Alfonso Reryes, Jorge Zalamea, César Vallejo, los hemanos peruanos García Calderón y otros muchos latinoamericanos que vivían y frecuentaban la bohemia de la ciudad en esos años de efervescencia intelectual, política, cultural y literaria, cuando despuntaban las fuerzas de las izquierdas bolcheviques y trotskistas, los idearios liberales, las derechas nazis y mussolinianas y otros más, antes de la deflagración brutal de la Segunda Guerra Mundial iniciada en 1939.

Y esos jóvenes entusiastas latinoamericanos rastrearon las huellas de Bolívar en París y colocaron las placas conmemortivas en los lugares donde vivió el joven Libertador. Mucho tiempo antes que ellos, a lo largo del siglo XIX, el mito del héroe fue creciendo e incluso personas como el llanero José Antonio Páez, que lo traicionaron en vida y lo ignoraron en la muerte, decidieron después iniciar el culto a sus huesos, trasladando sus restos desde la colombiana Santa Marta hasta Caracas, para usarlo como amuleto de legitimidad, tal y como hizo Hugo Chávez mucho tiempo después.

Es una delicia leer al propio Bolivar, rastrear sus cartas y proclamas, imaginar sus batallas y derrotas, leer tantos libros biográficos y académicos que se han escrito sobre su figura, desde los más rigurosos como los del historiador británico John Lynch hasta otros deliciosos como los de los colombianos Germán Arciniegas e Indalecio Liévano Aguirre y el liberal republicano español Salvador Madariaga.
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Los coleccionistas de reliquias conservan espadas, kepis, charreteras, cartas, mechones de pelo, corazones y cerebros en formol de Napoleón y Bolívar y los guardan como amuletos. Y en pleno siglo XXI aun se invocan para apuntalar idearios opuestos y contradictorios. Bolívar es un  fetiche multiusos, pues nunca sabremos lo que pensaría de verdad hoy en este veloz siglo XXI ni cuales serían sus posiciones. Murió joven y fue el mito de los románticos del siglo XIX como el Che de los idealistas de la segunda mitad del siglo XX. A falta de nuevos héroes, su momia sigue viva.  
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Publicado el domingo en  La Patria. Manizales. Colombia. 29 de junio de 2025. 

  


sábado, 21 de junio de 2025

LAS TARDES DEL TITANIC


Por Eduardo García Aguilar

Con frecuencia en tiempos de canículas veraniegas como ésta he llevado a algunos amigos amantes de la literatura y las artes de paso por la ciudad, a pasar la tarde en la calle del mercado africano en los sectores de la Gota de Oro, Chateau Rouge y Barbès, bullicioso epicentro de la vida subsahariana que facilita al amante de los viajes y los exotismos alejarse de otras realidades multiculturales del norte de la capital. 

En la calle y el sector de marras de la Goute D'or, suelo quedarme tardes enteras en El Titanic, un café y bar pequeño y muy popular, y ahí veo pasar a miles y miles de africanos que a lo largo del día cruzan el mercado clandestino de productos de contrabando o compran frutas, legumbres y carnes expuestas como si uno estuviera en alguna metrópoli de Senegal, Nigeria, Benin, Sudáfrica, Zimbabue  o Costa de Marfil. Los comerciantes ilegales suelen jugar al gato y al ratón con la policía que pasa con frecuencia para dispersarlos, pero ellos regresan al poco tiempo con su alegre bullicio.

En su mayoría son mujeres africanas de  todas las edades ataviadas con prendas supercoloridas, que llevan a sus hijos atados en la espalda. La algarabía es maravillosa y el ambiente cordial y las carnicerías y pescaderías atraen no solo a la gente sino a las voraces gaviotas que desde las costas del mar de la Mancha, en el norte, vienen por aquí para beneficiarse de los restos que les ofrecen los vendedores de productos cárnicos. 

Los visitantes de la ciudad que solo están unos días especialmente en verano, suelen deamabular por los sitios más conocidos y turísticos, como las grandes avenidas, museos, catedrales, riberas del Sena, barrios con tiendas concurridas y famosas como Galerias Lafayette, Printemps y La Samaritaine, pero no tienen tiempo para aventurarse a otros sitios de la capital como Barbès, Chateau Rouge, Stalingrad y el canal de l'Ourq, u otros como Belleville y Ménilmontant y la parte trasera de Montmartre, que también gozan de mala fama desde tiempos inmemoriales.

Aunque el viejo y espectacular París inmemorial descrito en infinidad de películas o en conocidos filmes de dibujos animados como el popular Ratatouille, la historia de la rata que además es chef de cocina, o Amélie Poulajn, filmada sobre la  mítica colina de Montmartre o la romántica Medianoche en París de Woody Allen, sigue ahí presente impresionando por su belleza, ostentación arquitectonica y opulencia, los sitios más periféricos, sucios a veces y de mala fama tienen su gracia y vale la pena visitarlos.

En tales lugares suelen acampar hacinados decenas y decenas de miles de inmigrantes ilegales del sureste asiático, medio Oriente o Africa que en permanencia llegan a la ciudad tras arriesgar la vida al cruzar el Mediterráneo en botes precarios, aventura en la que miles de personas, niños, mujeres, ancianos y jóvenes mueren cada año.

En esos barrios viven indios, paquistaníes, bangladesíes  o srilanqueses, especializados en las difíciles faenas de cocinar en sótanos ardientes para los restaurantes de la ciudad y dedicarse además a la limpieza, tareas en lo que suelen ser muy eficientes, guiados como son por la sabiduría y la resignación milenarias orientales.

Los chinos, que ya hace más de un siglo han conquistado espacios en la ciudad, tienen varias zonas como el Chinatown cerca de la Plaza de Italia y otros barrios céntricos donde, discretos y prudentes, poseen  tiendas de distribución comunicadas por túneles subterráneos, además de que poco a poco se han apoderado de los viejos bistrots franceses, ahora manejados muy bien por las nuevas generaciones descendientes de los veteranos y pacientes abuelos chinos de hace tiempos.

Pero nada igual a esta fiesta de los africanos que alegra la vida en invierno y verano. Frente al Titanic hablan, discuten y gritan como en los barrios populares carfibeños, latinoamericanos y del Tercer mundo. Están en el rebusque permanente, venden baratijas, ofrecen los servicios de peluquería  y salón de belleza para las señoras africanas y promueven los restaurantes manejados por matronas donde se degusta a bajo precio la culinaria del gran continente, platos enormes y llenos de proteína cubiertos de abundantes salsas de cebolla y maní. 

Ahí en El Titanic me siento como en la serie de novelas El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrel o en la Película Casablanca, gozando de la vida al otro lado del Mediterráneo con los aromas del magreb y el oeste africano, en medio de plátanos, yuca, mangos, sandías y cocos tropicales. Y mis amigos se asombran de que el trópico esté escondido en París a la vuelta de la esquina.

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 22 de junio de 2025

 



sábado, 14 de junio de 2025

CASA QUE RESPIRA, DE SAMUEL JARAMILLO


Por Eduardo García Aguilar

La poesía colombiana tiene muchas joyas secretas que uno disfruta siempre, como ocurre con Morada al sur de Aurelio Arturo, Pensamientos del amante de Fernando Charry Lara o Los elementos del desastre de Alvaro Mutis, entre otros. 

Y entre las generaciones posteriores también hay varias colecciones inolvidables como Casa que respira, de Samuel Jaramillo González (1950), que es un libro de cabecera, de los que pueden estar siempre sobre el nochero, al lado de la lámpara, en las noches de lluvia.

El libro, en la impecable edición de Letra a Letra (Bogotá, 2016), reúne una veintena de textos que evocan la infancia y la adolescencia transcurridas por el hablante en una casa grande del Quindío en pleno Eje cafetero, donde el de la voz vive con su abuelos y familiares después de la muerte prematura y trágica del padre.

A lo largo de los poemas se describen los ámbitos de esa región cafetera con sus vientos y soles, lluvias y nieblas, ríos y quebradas, guaduales y prados, sembradíos, cafetales y trochas, pero además se adentra en el alma de personajes que vienen de otras épocas ancestrales y sobreviven en tiempos de violencia que rasgan al país y a la región generando cambios definitivos.

Ahí se avistan los temibles pájaros de la violencia que persiguen liberales y se sienten los temores que llevarán al abandono de esa casona de tres pisos, poblada de cuartos, chambranas, corredores y ventanas, patios, jardines, materos, donde transcurren las vidas de mujeres y hombres que tarde o temprano desaparecerán dejando al hablante preso de la nostalgia esencial del tiempo transcurrido.  

El  abuelo liberal y tal vez masón rodeado de libros secretos de librepensadores en los cuartos superiores de la casona, refugio del patriarca cafetero donde se encuentra la biblioteca que alimenta al de la voz poética, las máquinas de escribir a las que tiene acceso y lugar donde se hacen las cuentas del negocio, en medio de la tierna confianza del viejo por el nieto huérfano, que lo acompaña en tren los domingos en el desparecido ferrocarril hasta la finca de Quimbaya.

Todo se estremece con la irrupción de la joven y bella Estrella, cuyos senos untados de saliva y su alegría contagiosa conmueven al adolescente. Su llegada a la casa hace ver y germinar todo con mayor colorido y mucho tiempo después su voz seguirá rondando por la casa abandonada que respira como un ente intemporal y fértil.   

Desde la atalaya del librepensador el poeta ve transcurrir la vida de ese pueblo del Quindío y paso a paso descubre el mundo, el deseo, la soledad, la música que sale de las sórdidas cantinas, el paso del tiempo, ante lo que a veces se rebela al caminar solitario por las calles frías de los andes hasta el amanecer o a caballo entre las callejuelas de ese territorio de colonización donde recias figuras se abrían camino hacia la prosperidad, la enfermedad o la muerte.

Ahí está la abuela Soledad, la más bella de Circasia que se casa con el abuelo y se convierte en la matrona infalible de un mundo donde cumple la ardua tarea milimétrica de hacer que todo funcione desde la madrugada hasta el anochecer para que siempre esté lista la harina molida de maíz para las frescas arepas del desayuno y nunca falte ninguno de los alimentos, a la hora precisa en el comedor de la casa. 

Todo en medio de impecable limpieza, donde brillan pisos, paredes, corredores y amplias estancias de maderas y baldosas, y las sábanas y ropas recién lavadas y planchadas que huelen siempre a limpio. Tode ello regulado como una maquinaria de relojería. Así es el  mundo del  Eje cafetero, poblado de centenarios fantasmas coloniales y prehispánicos, de voces de espectros entre guacas de oro y miseria.

Samuel Jaramillo es autor de una vasta obra poética, ensayística y narrativa en la que destacan libros como Geografias de la alucinación, Selva que regresa, Bajo el ala del relámpago, entre otros muchos. Cada uno de sus libros, como el magnífico Casa que respira, es un estremecedor testimonio del paso del tiempo y de las llaves secretas del pasado que ayudan a cerrar para siempre los portones finales.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 15 de junio de 2025. 


viernes, 6 de junio de 2025

UN INDÍGENA EN LA CORTE DE MÉXICO

Por Eduardo García Aguilar

Por elección popular el nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de México será Hugo Aguilar Ortiz, indígena mixteco originario de Oaxaca, quien fue asesor jurídico del movimiento zapatista. Desde los tiempos del liberal y reformista Benito Juárez (1806-1872), es la primera vez que un indígena de ese país preside la alta y poderosa corte, donde los magistrados ganan un sueldo mayor que el del presidente o presidenta de la República, en este caso la científica Claudia Sheinbaum.

La elección el 1 de junio de este brillante indígena a la Corte fue sorpresiva y los analistas lo consideran como una "obra maestra" de la nueva política mexicana, pues el personaje es intachable y quienes se oponían a la elección popular de magistrados y jueces promocionada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador tendrán poco que decir de esta impecable elección y del personaje.

"En la universidad, coincidí con otros hermanos indígenas, con quienes iniciamos una reflexión crítica sobre el derecho y la justicia que no contemplaban a nuestras comunidades y pueblos”, dijo Aguilar después de su resultar elegido. 

La elección popular busca cambiar el sistema judicial mexicano y una alta Corte que antes era una élite autocooptada mediante intrigas y que muchos veían como obstáculo para cambios o cómplice de encubrimientos en pasados gobiernos caracterizados por la corrupción y el crimen.  Aguilar aboga para que la justicia se acerque al pueblo y reconozca los cambios de sociedad.

Aguilar (1973) estudió en la Universidad Benito Juárez de Oaxaca y ha sido consultor del alto Comisonado para los derechos humanos de la ONU para México. Este hombre unos 50 años pertenece a la etnia mixteca, una de las más antiguas de México al lado de los zapotecas, que a lo largo de los milenios han vivido en este Estado del sureste mexicano que podría ser por su cultura milenaria prehispánica, barroca colonial y contemporánea, un país aparte.

Muchos de los nativos de Oaxaca han emigrado desde el siglo XX a Estados Unidos, donde representan una de las más numerosas comunidades y sus remesas e intercambios son de gran importancia para la economía local. En este lugar se encuentran las famosas ruinas milenarias de Monte Albán, así como magníficos templos católicos barrocos coloniales admirados en todo el mundo por su alto nivel estético, como la Iglesia de San Felipe Neri.

De Oaxaca han surgido grandes artistas plásticos y literarios como los pintores Rufino Tamayo y Francisco Toledo o el gran escritor y pensador José Vasconcelos, quien fue inspirador clave de las reformas culturales de la Revolución mexicana, además de autor de sus Memorias, un clásico de la literatura de ese país y cuyo primer volumen es el Ulises criollo..
   
Oaxaca ha sido cuna de grandes figuras de la historia mexicana como Porfirio Díaz, indígena que  fue héroe durante la lucha contra las invasiones del siglo XIX y llegó a escalar a la primera magistratura, convirtiéndose en un dictador que llegó a gobernar tres décadas el país con un equipo de tecnócratas positivistas hasta ser derrocado 1910, cuando tuvo que partir al exilio a París desde Veracruz. 

Durante su periodo el país se modernizó y logró prosperidad, aunque las injusticias prevalecieron hasta provocar la famosa Revolución mexicana de Emiliano Zapata y Pancho Villa en la segunda y tercera décadas del siglo XX, de la que salió el largo reinado del Partido Revolucionario Institucional, desplazado tras larga gesta opositora por López Obrador.

Pero la figura en que se inspira Aguilar es Benito Juárez, indígena zapoteco adalid de la Reforma liberal en el siglo XIX y héroe que derrotó a la invasión de su país cuando se instaló allí el emperador Maximiliano de Habsburgo, impuesto por el imperialismo francés de Napoleón III con el apoyo de los conservadores monárquicos pro-europeos mexicanos.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia.  Domingo 8 de junio de 2025.
 






viernes, 30 de mayo de 2025

EL TALENTO DE FRANÇOISE SAGAN

Por Eduardo García Aguilar

Buenos días tristeza (Bonjour tristesse, 1954), de la francesa François Sagan, es una de las novelas más famosas de la segunda mitad del siglo XX, pues introdujo de repente a la literatura de su país en la modernidad iniciada en los años 50, cuando también empezaba a reinar su contraparte cinematográfica Brigitte Bardot, convertida en heroína nacional, símbolo sexual global y la mujer más deseada y emancipada del mundo. 

Sagan (1935-2004) publicó el libro a los 18 años y se volvió desde entonces en una imagen de marca del país y una celebridad elogiada por su talento y los escándalos por su alcoholismo y vida caótica, tanto que aunque fue un imbatible best-seller a lo largo de su vida, terminó en la miseria, acogida por una millonaria amiga que la protegió hasta su muerte. Su imagen poco agraciada aparecía en las portadas de revistas como París Match y su figura era disputada en los salones de alta burguesía bohemia y la farándula, como la propia Bardot o la cantante Françoise Hardy.  Sagan tuvo graves accidentes automovilísticos y se conocía su adicción al juego, las drogas, el sexo y el ocio.

Los presidentes se disputaban su amistad, como François Mitterrand, gran lector y erudito que estaba deslumbrado por su talento narrativo, hasta al punto de llevarla como invitada en su corte casi monárquica durante una visita a Colombia, donde la escritora se escapó de la comitiva y estuvo a punto de morir por una sobredosis de cocaína y alcohol, por lo que fue trasladada en coma en un avión de urgencia de regreso a París.

En sus libros contaba las cuitas de una muchacha durante las vacaciones en la Costa Azul, que debe compartir con su padre, un Don Juan asumido y la joven mujer del momento. Esa visión novedosa y alerta de la adolescente burguesa llenaba de luz a una nueva generación que dejaba atrás para siempre los recientes tiempos de la ocupación alemana, la guerra mundial, la escasez y la miseria.

Al mismo tiempo que irrumpía el existencialismo de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir al ritmo del jazz de Miles Davis y las canciones de Boris Vian, Francia entraba en un periodo de largas décadas de prosperidad y volvía a convertirse en el centro de la moda con Yves Saint Laurent y la cultura pop, un modelo de fiesta, emancipación de la mujer y libertad sexual  desbordada. A un lado estaba la bella Brigitte Bardot, que cambiaba de hombres como de camisetas, y al otro la fea Sagan que en sus libros describía a esa generación de jóvenes despreocupados que pasaban la vida en las discotecas y las playas, al mismo tiempo que surgía la Nueva ola del cine de Jean-Luc Godard y Eric Rohmer y la Nueva Novela de Alain Robe-Grillet, Nathalie Sarraute y Claude Simon, entre otros.

Sus personajes, como en la novela La mujer pintarrajeada (1981), se enfrentan al abismo de la modernidad, a la libertad de los cuerpos, la angustia de la soledad, al fin de las relaciones estables y eternas que duran hasta que la muerte nos separe. Esa inestabilidad que ella vivió a fondo y la llevó a las adicciones, es el mundo que relata con gran inteligencia a través de diálogos y situaciones memorables que quitan la respiración al lector y a veces lo sumen en la misma incertidumbre existencial. 

Los tiempos de Sagan, que como Proust fue periodista de farándula, fueron décadas de diversión animados por las figuras de Alain Delon y Jean Paul Belmondo, y auge editorial, periodístico, cinematográfico y musical en los que flotó la figura de esta mujer talentosa de escritura ágil e inconfundible estilo. La autora tenía ese don extraño que caracteriza a los grandes novelistas capaces de atrapar a los lectores mediante una escritura incisiva que no solo sabe describir paisajes y ambientes, sino comunicar las angustias, miedos, auges y caídas de hombres y mujeres que deben lidiar con una libertad amorosa y existencial que las generaciones anteriores desconocían.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 1 de junio de 2025.


    

sábado, 24 de mayo de 2025

LEÓN TOLSTÓI EN EL SIGLO XXI

Por Eduardo García Aguilar


La Sonata a Kreutzer de León Tolstói es una novela que más de un siglo después de ser publicada en 1889 sigue siendo muy contemporánea, al plantear problemas agudos de sociedad sobre temas de género y la relación conflictiva entre hombres y mujeres, presos en el engranaje de las costumbres y las tradiciones sociales y religiosas. El gran Tolstói es un precursor de la corriente en boga en este siglo XXI en la novelística mundial, lanzada a temas autobiográficos sobre violación, pedofilia, homosexualismo, transgénero, suicidio, discapacidad, locura, poliamor, infidelidad, feminicidio y todo tipo de dramas sociales de clase, racismo o etnicidad contemporáneos. 


Pero además, es una novela corta y trepidante que consiste en el diálogo que sostienen varias personas al interior de un tren durante un largo viaje de varios días. Es asombrosa la modernidad de sus técnicas, que bien podrían emparentarse con el periodismo investigativo que escruta los problemas actuales de la sociedad en el mundo. Son magistrales también sus descripciones de carácter, así como de paisajes o ambientes interiores, y su aguda penetración psicológica.

Tolstói, que vivía una crisis matrimonial que lo llevó anciano a huir como un marginal perdido en frías estaciones de trenes de provincia, se desnuda en esta obra que es una metáfora de sus pasiones, en especial los celos enfermizos y su carácter colérico de viejo patriarca machista. La novela provocó un escándalo nacional hasta el punto que el propio Tolstoi agregó después un postfacio donde explica las razones que tuvo para escribir el libro y hasta su esposa Sofía también escribió para defenderse, al sentirse herida, pues la historia de infidelidad real o imaginaria con el violonista, que es el nudo de la novela, la involucraba a ella.

El tema central es la denuncia del matrimonio tradicional, el recurso generalizado a la prostitución por parte de la juventud y el proceso creciente de emancipación de la mujer, que ya no soporta el papel único de reproductora en serie bajo el mando de los patriarcas o jóvenes aristócratas con los que fueron casadas muy jóvenes por conveniencia social y económica. 

Tolsói plantea que el matrimonio cristiano de esa época era un acuerdo infame en el que se entregaban las muchachas oficialmente a la depravación y la violación de hombres jóvenes y viejos adictos a la prostitución y a los burdeles.  El libro es una diatriba brutal contra el amor romántico que según él esconde una esclavitud oculta, por lo que el autor recibió miles de cartas de sus lectores asombrados o asustados. 

Aborda el tema del deseo sexual de la mujer que renace después de haber sido obligada a múltiples partos. Se van desgranando desde diversos ángulos las historias de amores frustrados que muestran las tensiones que vivía la sociedad rusa de la época. A la vez asistimos a un relato que parece la crónica de una muerte anunciada que avanza con una velocidad desbordada y una efectividad que muestra el talento brutal de León Tolstói en sus años finales, cuando su temperamento rebelde y la originalidad están exacerbados casi hasta la locura.

Sus  grandes obras siempre describieron los medios de la alta sociedad de donde provenía, con sus fiestas, intrigas económicas, amorosas, hereditarias, así como la guerra y el destino cruzado de los seres humanos atrapados en las telerañas de las convenciones sociales bendecidas por el Zar y los popes ortodoxos, el peso de las costumbres y las leyes sociales que causaban en aquellas esferas una larvada guerra de sexos que podía llegar a ser mortal.

Así como en la gran obra Eugenio Oneguin de Alexandre Pushkin, descubrimos que casi todos los hombres de esos altos medios tarde o temprano mueren o resultan heridos por duelos de honor o por su participación en las guerras, en la obra crepuscular de Tolstói vemos como cruje la sociedad del tiempos de los zares, cuando se vislumbran ya hacia futuro las chispas de revoluciones y cataclismos sin fin que llevarán a la extinción de una época con la muerte del Zar y su familia y el ascenso de los bolcheviques. Tolstoi sigue ahí en la cúspide de su genio literario, invitándonos desde su faro inmortal a seguirlo, pues la literatura no es para entretener, sino para sacudir y estremecer a las sociedades.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 25 de mayo de 2025.

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martes, 20 de mayo de 2025

UNA TARDE CON ALFONSO FUENMAYOR EN BARRANQUILLA


Por Eduardo García Aguilar

Una vez en Barranquilla en un día canicular como los de siempre, junto al Magdalena, tuve la fortuna de conocer a Alfonso Fuenmayor, uno de los míticos miembros del Grupo de Barranquilla, en cuyo centro se formó el joven Gabriel García Márquez, un "caso perdido" que terminó convirtiéndose en una gloria mundial y nacional de la literatura.

En estos días, hablando con la gran escritora argentina Luisa Futoransky, a quien le daría ya el Premio Nobel, coincidíamos en la extraordinaria sensación que todo lector siente al leer las novelas y cuentos del oriundo de Aracataca; cuya prosa parece siempre tocada por un milagro inexplicable

Diría que varias generaciones vivimos bajo ese embrujo durante gran parte de nuestras existencias en el siglo XX, como si estuviésemos inmersos en un inexplicable delirio, que ya pasado el tiempo, no deja de sorprendernos. Porque ese milagro no solo surge de la lectura de sus obras sino también de su propia aventura personal, tan inexplicable como real, postrer avatar de esas figuras patriarcales que representaron naciones o lenguas como Victor Hugo, Goethe, Dickens o Tolstói.

Todo a su alrededor se convirtió en oro como en los tiempos del rey Midas y ahora que leo a Alfonso Fuenmayor de nuevo lo comprendo. En sus crónicas cuenta las aventuras iniciales del Grupo de Barranquilla; donde en los 50 del siglo XX el muchacho daba sus primeros pasos al lado de sus amigos, al mismo tiempo que vendía enciclopedias o redactaba artículos mal pagados para medios de provincia, como la fugaz publicación Crónica, creada por ellos al calor de las tertulias del bar La Cueva.

 Porque no solo tuve la fortuna de conocer y hablar y compartir con el pesonaje glorioso ya ido como un papa hacia la penumbra del tiempo, sino con muchos de sus allegados como Alvaro Mutis, Manuel Zapata Olivella, Julio Mario Santodomingo o Alfonso Fuenmayor, a quien visité con mi amigo Ariel Castillo en su apartamento de Barranquilla.

El corpulento e inteligente Fuenmayor vivía en una cómoda residencia en las alturas de un lujoso edificio con vista a la ciudad y allí revisaba la prensa mundial que le llegaba por correo y devoraba los libros que desde siempre lo apasionaron. Era un habitante tropical, lector insaciable de la gran literatura francesa, castellana y norteamericana.

Hablar con Fuenmayor en su apartamento al calor de unos whiskies era parte de la romería esencial, como si se tratara de visitar a uno de los apóstoles de un Cristo del realismo mágico, con el que compartieron ellos en las fiestas barranquilleras de aquel tiempo, en una primera juventud inolvidable.

El apartamento de Fuenmayor en la calurosa Barranquilla era lujoso y tenía mucha madera fina y estanterías y sofás enormes y mesas donde reposaban las recientes novedades de la literatura y el arte. El anfitrión nos recibió con la frescura de quienes viven siempre entre en sol, el mar Caribe y la cinta plateada del río nacional, el Magdalena.

Ahora releo la prosa exacta y llena de buen humor e ironía de Alfonso Fuenmayor y me divierto con las aventuras de esos muchachos que libaban y se divertían en La Cueva y otros lugares que ya son leyenda.

 Fuenmayor y todos ellos pertenecen ya al mito como García Márquez. Pero haberlo conocido y escuchado aquella tarde en su casa es algo invaluable. Lo mismo me ocurrió en circunstancias increíbles con el gran Alejandro Obregón en México, Manuel Zapata Olivella en Valledupar y Bogotá y el multimillonario Julio Mario Santodomingo en París. Pero esas son ya otras historias para contar.      

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 18 de mayo de 2025.

viernes, 25 de abril de 2025

LA AUTOBIOGRAFÍA DE FRANCISCO

Por Eduardo García Aguilar

La autobiografía del papa Francisco, que acaba de ser publicada por Plaza y Janés bajo el título de Esperanza, es un libro que nos acerca como nunca a la extraordinaria vida de este jesuita bonaerense de clase media y origen italiano, que se convirtió en uno de los papas más notables, originales e históricos de los últimos tiempos.

Aunque al principio el libro debía ser publicado con carácter póstumo, el pontífice y el asesor editorial de muchas de sus obras, Carlos Musso, decidieron anticipar su salida, por lo que es de una actualidad desconcertante, dada la manera dramática de su partida, horas después de su espectacular paseo en papamóvil entre los fieles en la Plaza de San Pedro, casi al punto del último suspiro.

Ahí mismo desde la Plaza de San Pedro lo vi por única vez salir a la ventana desde donde pronunciaba sus Ángelus los domingos a mediodía. Fue emocionante, pues Francisco fue un fenómeno improbable, no solo por ser latinoamericano y progresista, sino por la huella que deja como un papa innovador. En su libro nos comunica su argentinidad de hijo de inmigrantes, los oficios de químico, profesor de literatura, amante del fútbol y hasta amigo de Borges, y su formación jesuita, la ordenación y posterior destino.

Cuando se anunció en medio de la confusión un nombre en principio poco audible, estaba en la redacción de la agencia donde trabajo esperando la fumata blanca y fue sorpresivo entender que se trataba de Bergoglio, cardenal argentino conocido por su apego a las causas sociales de la iglesia latinoamericana y la ayuda que en medio de la dictadura dio a muchos de los perseguidos y a las familias de los desparecidos, entre ellos las Madres de la Plaza de mayo, como lo cuenta en Esperanza.

En ese momento estaba en la redacción hispana de París con el colega argentino Jorge Svartzman y de inmediato pasé a abrazarlo efusivamente ante su estupor para felicitarlo porque un compatriota suyo resultó elegido y bromeábamos mucho después porque no solo es agnóstico sino de origen judío y madre comunista, como algunos emigrantes del este europeo que huyeron de las guerras hacia Argentina.

Lejos de los papas encerrados en el palacio apóstolico, rodeados de una corte entre lujos y cubiertos por onerosas prendas, Francisco vivía en la residencia Santa Marta donde se alojan los invitados al Vaticano y ahí permaneció durante su pontificado, comiendo en el refectorio al lado de trabajadores, monjas y curas, porque, como dice en su autobiografía, le gusta estar con la gente, pertenecer a una comunidad y no aislarse en lo que él define como la "autorreferencialidad " de una Iglesia anclada en el pasado sin mirar al presente ni al futuro.

Invitado a la Feria del libro de Roma en diciembre de 2022 tuve la alegría de hospedarme en una pequeña pensión al lado del Vaticano, a solo unos pasos del Museo y de la imponente Plaza de San Pedro. Solía deambular por ahí tras recorrer otros sitios de la ciudad que conozco desde hace mucho tiempo, cuando, estudiante, quise visitar el Monte Aventino donde, según la leyenda, Simón Bolívar prometió liberar a América.

Roma siempre es emocionante no solo por las grandes ruinas milenarias del Imperio de los Césares sino por la presencia del Vaticano, minúsculo país desde donde los papas y la curia irradian para más de 1.400 millones de fieles. Dos milenios de tradición son imponentes para esta religión católica en cuyo marco casi todos los latinoamericanos y europeos crecimos marcados por su impronta.

Pero ser contemporáneo de un papa latinoamericano es algo excepcional y por eso acepté la invitación del vaticanista colombiano Nestor Pongutá Puerto para ir al Ángelus. Caminando con él por las cercanías de la Plaza conocí a dos cardenales cercanos a Francisco, Gianfranco Ravazi, ex encargado de Cultura, y al teólogo Walter Kasper, que acudían a escucharlo y que, según Francisco, estuvieron muy cerca en los instantes previos a su elección.

Todos estos detalles están contados en el libro: infancia, vida de los ancestros italianos, vocación, estudios, dictadura, cardenalato y papado. Y también nos da el testimonio personal de su nombramiento, en el que no creía para nada, cuando ya casi la mayoría de los cardenales se habían decidido por él tras escuchar su brillante proyecto de sacar a la Iglesia de los palacios y de la "autorreferencialidad" para acercarla a los pobres y a  los otros.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 27 de abril de 2025.
 



   


miércoles, 16 de abril de 2025

ÚLTIMO ADIÓS A MARIO VARGAS LLOSA

Por Eduardo García Aguilar

La muerte de Mario Vargas Llosa el pasado domingo de Ramos en Lima, significa el fin no solo del boom latinoamericano sino de toda una era de la literatura postcolonial inscrita en la era humanista iniciada con la aparición de la imprenta de Gutenberg y el pensamiento de Erasmo y la existencia de grandes escritores patriarcales, casi padres de la patria, como Victor Hugo, Goethe y Tolstói, que representaban la lengua y el país, continente o región donde se habla y ejerce.

Para los escritores de mi generación, que éramos adolescentes y soñábamos ya con escribir cuando circularon sus primeras novelas La ciudad y los perros y Conversación en la Catedral, entre otras, su presencia ha sido desde entonces y a lo largo de las décadas incesante y casi diaria debido a la fuerza proteica de su prosa y energía literaria. A los 35 años, el apuesto y brillante joven ya era una estrella mundial de la literatura, traducido a muchas lenguas y siempre estuvo en la primera plana de los diarios y las revistas donde se publicaban sus artículos, entrevistas, reportajes y ensayos, convirtiéndose en una figura familiar.

Los aprendices de escritores adolescentes devorábamos los libros de los autores patriarcales en boga en esos momentos, como Vargas LLosa y García Márquez, Cortázar, Arreola, Cabrera Infante, Borges, Asturias, Carpentier, Fuentes y tratábamos de imitarlos y emularlos en nuestros primeros escritos enviados a los concursos literarios colegiales.

A mi me gustaba más el mundo de Julio Cortázar después de leer Rayuela o sus cuentos, y escribí varios textos cortazarianos que no estaban tan mal. Y también me fascinó Cabrera Infante por su maravillosa y juguetona novela Tres Tristes tigres, la modernidad de su estilo, distante del naturalismo peruano de Vargas Llosa. 
 
Guardo aún una veinte páginas que son un pastiche de la narrativa del peruano que leo asombrado, pues es prueba de que los muchachos de entonces fuimos impactados de frente por las estrellas del boom, quienes en cierta forma se convirtieron en pesadas losas en el camino de la escritura, como lo fue el terrible macondismo garciamarquiano, que tantos estragos hizo y hace.    

Vargas Llosa brilló en el ejercicio de la novela como un instrumento realista y a veces naturalista apto para revisar la compleja historia de Perú, que aborda desde todos los ángulos hasta su última obra publicada Le dedico mi silencio (2023), ambientada en los años 50 y 60 en el medio musical de los valses criollos limeños. También abordó temas históricos de otros países del continente y el mundo.

El peruano trabajó desde muy joven en redacciones de diarios y fue periodista al llegar a París del servicio español de la Agencia France Presse (AFP) y de Radio France Internacional (RFI). Ejerció toda la vida la profesión detacándose como gran reportero y articulista de opinión. Muchas de sus novelas utilizan a fondo las técnicas periodísticas de reportería e investigación, como en las que aborda la dictadura dominicana, el Brasil de la guerra de Canudos o los abusos en el Congo Belga y en el Perú en tiempos del caucho y del protagonista, el inglés Roger Casement.

A través de personajes reales volvía a revisar episodios de la historia latinoamericana como dictaduras, conflictos raciales, luchas sociales, generando un gran fresco parecido a los murales mexicanos de Rivera, Orozco o Siqueiros. Sus técnicas narrativas, adictivas, amenas, atraen al lector fascinado por la agilidad de los diálogos y la descripción minuciosa de lugares, paisajes, personalidades, prendas, sentimientos y comidas. 

Sin duda aprendió bastante de los grandes novelistas realistas y naturalistas franceses del siglo XIX, a los que admiraba, como Victor Hugo, Balzac, Dumas, Flaubert, Zola y otros que leyó al llegar a París con su esposa la tía Julia, huyendo de un Perú donde se asfixiaba. Pero volvió al final de sus días, antes de morir, para recorrer los escenarios limeños narrados en sus primeros libros, allí donde comenzó su increíble destino.
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 La Patria. Manizales. Colombia. 20 de abril de 2025.








viernes, 11 de abril de 2025

EL FANTASMA DEL 9 DE ABRIL

Por Eduardo García Aguilar

Ahora que conmemoramos de nuevo el 9 de abril de 1948, una fecha crucial en la historia colombiana del último siglo, en todos los medios y las redes sociales aparecieron artículos e imágenes sobre las diversas versiones del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en pleno centro de la capital. Desde entonces se han publicado decenas, tal vez centenares de libros sobre el acontecimiento, entre los que se destacan los del escritor Arturo Alape, quien dedicó gran parte de su vida a estudiar los sucesos, entrevistando a centenares de personas y consultando todos los archivos posibles desde múltiples ángulos.

Poco después del magnicidio empezaron a salir en ediciones modestas de época libros pequeños de muchos de los protagonistas, como de quienes estaban al interior del palacio presidencial al lado del presidente Mariano Ospina Pérez y su esposa Bertha Hernández, que según dicen solía llevar pistola al cinto y era un personaje de armas tomar. También hay testimonios de los liberales que fueron invitados a la sede del poder cuando estaba a punto de ser tomada por los rebeldes, Bogotá ardía y Ospina buscaba consensos con ellos para salir de la situación.

Entre esas versiones hay por supuesto libros de los partidarios de Ospina Pérez y del conservatismo que llevan  agua a su molino para limpiar la imagen del presidente y empresario antioqueño, a quienes sus opositores y la esposa del sacrificado líder acusaban de ser el autor intelectual del crimen del líder liberal, cuyo ascenso político lo ponía a las puertas de acceder a la primera magistratura, algo inadmisible para el establecimiento.

Otras versiones son de personas que estaban en la calle y descubren con detalle desde todos los ángulos las circunstancias del asesinato y dan crédito ya sea a la versión oficial de que el asesino único fue Juan Roa Sierra y hacen investigaciones periodísticas exhaustivas sobre su vida, familia, y circunstancias previas a la supuesta acción criminal, como la compra de la pistola, el dinero que le dio a su esposa antes y su presencia antes en el lugar de los hechos.

Otros hablan de la presencia de un segundo tirador y cómplice, un tal detective de apellido Potes, que habría desarmado a Roa para entregarlo a la jauría después de los hechos y que según versiones declaró ya anciano y agonizante en la miseria a un viejo amigo, para liberarse del remordimiento, que él fue el verdadero asesino. Otros dicen que Roa Sierra fue solo un chivo expiatorio que se encontró por desgracia en el sitio y en el momento equivocado.

También se especula sobre la participación de los servicios secretos estadounidenses y hasta se involucra al joven Fidel Castro, quien estaba presente en el sitio del crimen y era uno de los centenares de invitados que vinieron a Bogotá a participar en la importante IX Conferencia Panamericana que se celebraba en la capital y era el evento ideal en el marco del cual se cometió el crimen.

Tal y como pasa en todos los magnicidios, como el del presidente estadounidense John F. Kennedy, ocurrido en 1963, en el de Gaitán todas las pistas fueron trucadas y al final las diversas versiones se entrecruzaron para que el asesinato quedara impune y sin solución posible. Lío de faldas, frustración del asesino, que había pedido empleo a Gaitán, y mil hipótesis más se mezclan con la actividad tenaz y múltiple de los detectives y sicarios de los temibles servicios secretos colombianos al servicio del régimen, que en ese entonces y después se las han arreglado para matar a miles de líderes opositores y candidatos presidenciales como Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro Leóngomez, Bernardo Jaramillo y tantos otros.

Plinio Apuleyo Mendoza, cuyo padre de mismo nombre estaba con su amigo Gaitán en el momento y recibió el cuarto impacto, también hizo su relato y presentó sus hipótesis, entre las cuales se destaca la presencia de ese misterioso segundo hombre, versión a la que Gabriel García Márquez, también presente en Bogotá el 9 de abril, daba crédito.  

La muerte de Gaitán ha producido centenares de libros, miles de artículos y fotografías e invadió también la ficción, pues desde entonces centenares de novelas han abordado el tema, pues no hay colombiano de la época o posterior que no haya oído en casa los relatos de sus mayores traumatizados por el acontecimiento, tanto que ahora, en el 2025, casi ocho décadas después, se sigue viviendo como si hubiese sido ayer. Y el crimen también ha invadido los sueños, pues los hechos se pasean con frecuencia en el ámbito onírico de los colombianos. Jorge Eliécer Gaitán sigue vivo entre nosotros como un fantasma incesante y su voz elocuente resuena aun en las esquinas.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 13 de abril de 2025.

               

 

sábado, 5 de abril de 2025

LA FUERZA CREATIVA DEL RUSO PUSHKIN

Por Eduardo García Aguilar

La novela en verso Eugenio Oneguin de Alejandro Pushkin, publicada en 1833, en pleno auge del romanticismo europeo, es una de las obras mayores de la literatura rusa, que casi dos siglos después sigue leyéndose y representándose en adaptaciones en ópera, teatro y cine como una obra moderna, ágil, juvenil, cautivante expresión de esa generación conmovida por los acelerados cambios del mundo y las guerras.

Es la historia de los amores cruzados de Eugenio y Tatiana, primero en un vecindario de grandes haciendas situadas en la provincia y luego en el Moscú aristocrático donde hierve la vida de los privilegiados cercanos al poder autoritario de los zares, en medio de lujosas fiestas donde se bailan y escuchan mazurcas y valses y la juventud heredera se prepara para reproducir el destino familiar trazado por los patriarcas.

Como casi todos los autores del siglo XIX ruso, Pushkin (1799-1837) optó por describir y relatar las vicisitudes amorosas y sociales de las élites aristocráticas y terratenientes ancladas en lejanos palacios campestres donde pasan los veranos y en las mansiones o apartamentos de Moscú y San Petersburgo, cerca de la corte zarista, pero en esta obra se siente además el palpitar del alma juvenil rusa de entonces, que es a la vez muy local y nacionalista, aunque también afrancesada, romántica y europea.

Oneguin es un heredero rebelde que después de una primera juventud acelerada de fiesta en fiesta se convierte en un frio ermitaño que se aleja de la mundanidad, de la misma forma que muchos personajes de las novelas rusas. Igual que en la Guerra y la Paz y Ana Karenina de León Tolstói, vivimos por dentro la vida de las familias privilegiadas, sus fiestas frecuentes y el interés de los mayores, patriarcas y matriarcas, por casar bien a su hijas con miembros de la aristocracia o el cuerpo militar al servicio del Zar. 

Pero después de la invasión de Napoleón Bonaparte, cuando Rusia logró vencerlo en épicas guerras, la juventud quedó marcada por el espíritu romántico liderado por Lord Byron y otros que murieron muy jóvenes como el propio Pushkin, unos en duelo y otros en el campo de batalla. Desde los tiempos Catalina y Pedro el Grande, las élites eran muy afrancesadas y en la corte siempre fueron recibidos unos tras otros libertinos e ilustrados dieciochescos como Voltaire o el precursor de la independencia latinoamericana Francisco de Miranda.

La obra es muy literaria, pues Pushkin, al contar la historia de su héroe menciona con frecuencia autores franceses, europeos y rusos que solían leer los jóvenes educados, el primero de ellos Lord Byron y su héroe Childe Harold. Y lo es aun más pues el ruso despliega su gran talento al describir campos y salones, habitaciones y el alma de los personajes secundarios como el muy joven e inocente poeta Laski, aun crédulo en amores y con pasión libresca. Sin olvidar a los campesinos y a la servidumbre.   
 
Pushkin murió a los 37 años a causa de un duelo, como era usual en aquel tiempo, pero en su corta vida dejó obras magistrales que lo convirtieron en un ídolo de la literatura rusa. Entre ellas se destacan además de Eugenio Oneguin, libros como La hija del Capitán y Boris Godúnov, entre otros que nos conmueven aun por su fuerza, la intensidad de sus sentimientos y la capacidad para adentrarnos en el espíritu ruso de aquellos tiempos.

Leyendo a Pushkin nos percibimos de los fuertes lazos que Rusia ha tenido en sus mejores tiempos con Francia y con Europa, aunque a veces tuvo que enfrentarse a los ejércitos de las potencias que siempre codiciaron sus grandes extensiones e incontables riquezas naturales. También en otras épocas fue aliada de Europa, como lo muestra el papel que desempeñó en la derrota del nazismo en la Segunda Guerra mundial, donde perdieron millones de soldados.

Por eso siempre es un gran placer volver a leer a Pushkin, Turguéniev, Gogol, Tolstói, Dostoievsky y al gran Mijail Bulgákov, autor de El maestro y Margarita, que por sus delirios tiene vasos comunicantes con esta novela romántica del malogrado poeta, cuya prematura partida lo dejó joven para siempre.    
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Publicado en La patria. Manizales. Colombia. Domingo 6 de abril de 2025.


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domingo, 30 de marzo de 2025

LA LECCIÓN DE LOS TERREMOTOS

Por Eduardo García Aguilar


La terribles imágenes del terremoto que sacudió Birmania, Tailandia y varios países del sudeste asiático este viernes, en especial las del desplome de varios rascacielos, muestra la terquedad de los humanos que se empecinan en construir torres altísmas en lugares conocidos por la ineluctable actividad sísmica que nunca perdona.

La voracidad de los empresarios inmobiliaros no tiene límite y con tal de vender apartamentos a los incautos y enriquecerse rápido, construyen adefesios junto a precipicios o en medio de regiones o fallas tectónicas que tarde o temprano serán sacudidas por terremotos. Les importa un comino la vida de sus clientes, que aspiran con esfuerzo a ser propietarios y adquieren solo sueños.

América Latina, desde Estados Unidos hasta la Patagonia, está cruzada por una enhiesta cordillera que muestra el implacable y violento choque de las placas y las fallas tectónicas que se encabalgan unas sobre otras creando altas cumbres nevadas coronadas por volcanes.

En Estados Unidos se sabe desde el terrible terremoto de San Francisco en 1906 que todas las ciudades y localidades costeras de California serán sacudidas por un terremoto que ya denominan el Big One y así sucesivamente México, Guatemala, Centroamérica, Colombia, Perú y Chile tienen en su prontuario histórico inolvidades y terroríficas conmociones telúricas que todos los latinoamericanos hemos experimentado desde niños y los prehispánicos conocían y conjuraban con sus propios métodos de construcción.

Pero los rapaces magnates inmobiliarios contemporáneos olvidan ese pasado con la complicidad de las autoridades corruptas y es aterrador ver como casi todas las ciudades medias basan su reciente desarrollo y progreso según el número de rascacielos y edificios que conforman un impresionante skyline, del que se sienten orgullosos. Nadie los controla, nadie prohíbe sus fechorías, no hay planes urbanísticos serios.

Han olvidado que nuestros ancestros construían casas y edificios de bahareque y guadua que eran bellos y livianos y resistían los impactos telúricos y que los prehispánicos peruanos dotaban a los cimientos de sus viviendas de una extrañas bolsas tejidas llenas de piedra que ayudaban a reducir el impacto de los sismos, que conocían desde hace milenios y experimentaban de generación en generación.

Pero el absurdo desarrollismo del siglo XX en América Latina impuso la idea de que una ciudad o incluso un pueblo son más prósperos si se llenan de inmensos rascacielos de cemento que imitan a las torres de Nueva York y los ricos países árabes de Oriente Medio, donde los jeques invierten miles de millones de dólares en desafiar los cielos con sus absurdos delirios de nuevos ricos, y así ocurre en Tailandia, Singapur, China, India y otras zonas telúricas del llamado Tercer Mundo. 

Sobreviviente del terrible terremoto de noviembre de 1985 en la Ciudad de México y testigo de aquel desastre inenarrable, vi como todos los edificios recientes construidos en tiempos de la prosperidad petrolera de la segunda mitad del siglo XX caían unos tras otros como castillos de naipes o se hundían mientras las construcciones coloniales o decimonónicas resistían, como la mía, el famoso edificio de la Casa de las Brujas en la Plaza Río de Janeiro de la Colonia Roma, que me salvó la vida.

Decenas de miles de personas murieron aplastadas en esos feos edificios del progreso construidos con malos materiales en un lugar que se sabía no era apto para ese tipo de construcciones pues era un antiguo lago en zona sísmica. Pero 40 años después los rascacielos siguen proliferando en esa ciudad y en todas las ciudades grandes y medias del llamado Tercer Mundo, donde reina el cemento y la codicia inmobiliaria ante la indiferencia de las autoridades de control que se hacen los de la vista gorda y cobran por ello.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 30 de marzo de 2025.