domingo, 24 de agosto de 2025
¿COCODRILOS Y SERPIENTES EN EL SENA?
sábado, 16 de agosto de 2025
LA MÁQUINA CÍCLICA DE LAS GUERRAS
sábado, 9 de agosto de 2025
PERVIVENCIA DEL JARDÍN DE FREUD
domingo, 3 de agosto de 2025
CON CHARRY LARA EN BOGOTÁ: CENTENARIO
Por Eduardo García Aguilar
Varias veces caminé con Fernando Charry Lara (1920-2004) por las calles
céntricas de Bogotá, donde tenía su oficina de abogado en un viejo y
enorme edificio de la carrera séptima con calle 18, cerca de las
cafeterías y librerías que abundaban entonces en esa zona de la urbe que
fue el centro de la actividad del país a lo largo del siglo XX. Por
esas calles caminaron todas las glorias colombianas del siglo pasado
cuando eran jóvenes, en busca de algun café como el Automático y otros
similares, donde se reunían a tomar tinto, beber, arreglar el mundo y
hablar de literatura.
En la primera mitad del siglo la élite del país solía residir en esta
zona donde se encontraban las sedes de los grandes diarios, además de
los ministerios, en amplios apartamentos de estilo art-deco que ahora se
han vuelto en algunos casos espléndidas librerías de ocasión como la
llamada Merlín, situada en la carrera octava, no lejos de la Avenida
Jiménez. Por esos rumbos podía el transeúnte toparse de repente con
expresidentes, políticos famosos o leyendas literarias como los poetas
Aurelio Arturo, Luis Vidales o León de Greiff.
Conocí a Charry porque el poeta guatemalteco y mundial Luis Cardoza y
Aragón, que había sido amigo y maestro suyo y de Alvaro Mutis cuando fue
diplomático en Bogotá en los tiempos de asesinato de Jorge Eliécer
Gaitán, me encargó entregarle el libro André Breton atisbado en la silla
parlante, que recién había publicado la Universidad Nacional Autónoma
de México. Con semejante recomendación de quien a los 18 años había sido
en París uno de los más jóvenes poetas dadaístas y el hecho de que
Charry hubiese vivido de joven en México, donde yo residía entonces,
hacía que tuviéramos mucho tema de conversación.
Ahora que se cumple el centenario de su nacimiento, vuelve la imagen de
uno de los más exquisitos poetas colombianos del siglo XX, cuya obra
concisa y profunda, llena de luz, cobra cada vez mayor fuerza porque
bien sabemos con Gracián que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Sus
poemas, como los de Aurelio Arturo, son ya obras clásicas de la poesía
hispanoamericana y sus ensayos, de claridad y lucidez impecables, nos
adentran en el ejercicio y los misterios de la poesía y en la obra de
los grandes poetas españoles y latinoamericanos del siglo XX.
Este bogotano de carta cabal era de baja estatura, delgado, vestía de
traje y corbata, lucía una gabardina para enfrentar los chaparrones
capitalinos y con frecuencia llevaba una boina negra que lo hacía
semejar a Fernando Pessoa cuando caminaba por las calles lisboetas.
Charry era de una sencillez especial y un interlocutor amistoso con los
poetas jóvenes, a quienes escribía cartas comentando sus primeros
libros, que leía con atención y afecto.
Varias veces recorrimos las librerías del centro, como la vieja Lerner o
la Nacional, que en ese entonces estaba por esos rumbos, y caminando
por esas calles y carreras capitalinas, la séptima, la décima, la trece,
la Caracas, la Jiménez, solía contarme recuerdos de su infancia y
juventud. Así supe de viva voz suya del sepelio de José Eustasio Rivera,
al que asistió de niño llevado por su padre y al que dedicó un poema
que es uno de los mejores de la poesía colombiana, o de una primera
aventura amorosa que tuvo con una enfermera en alguna de aquellas
esquinas por donde pasábamos.
La última vez nos vimos en 2001 en el Segundo Congreso de poesía en
lengua española desde la perspectiva del siglo XXI, organizado por el
Instituto Caro y Cuervo en tiempos de su director Ignacio Chávez, al que
asistieron el peruano Carlos Germán Belli, la uruguaya Ida Vitale, y
los chilenos Pedro Lastra y Oscar Hahn, entre otros. Charry falleció de
manera sorpresiva tres años después en Washington, a donde había ido a
visitar a su hija. El destino quiso que viera su última luz en Estados
Unidos, no lejos de donde José Eustasio Rivera se apagó fulminado por
las fiebres contraídas en las selvas que inspiraron La Vorágine. El
rigor de su crítica literaria y la lucidez, erotismo y luminosidad de su
poesía seguirán iluminando a los lectores afortunados.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 20 de septiembre de 2020.
sábado, 2 de agosto de 2025
LA MELENA ANTES DE PARTIR
Por Eduardo García Aguilar
viernes, 1 de agosto de 2025
RÉRQUIEM CARNAVALESCO PARA JOE
Tuve también mi fiesta a su ritmo entre colombianos
con el vino de la añoranza, la saudade, la nostalgia, que según nos dice
Milan Kundera en su libro « La ignorancia » proviene de las palabras
griegas « nostos », regreso, y « algos », sufrimiento ». Reuniones de
recapitulación vital en torno al largo periplo musical del cartagenero,
realizadas por supuesto al calor del vino y el sonido.
Miembro de
nuestra generación « Sin cuenta », nacido en 1955 en Cartagena, Joe
Arroyo es pues el representante máximo de la misma en todos los campos,
la política, la literatura, el pensamiento, el arte, la industria, la
ciencia, el deporte o la empresa. Hubo muchas reuniones de amigos
colombianos donde el largo historial musical de Joe Arroyo, desde el
tiempo de « Fruko y sus tesos », fue seguido con el estupor de comprobar
que nos acompañó con su voz de jilguero desde siempre, sin falta, desde
el principio, desde la adolescencia, pues decenas y decenas de melodías
bailables suyas se izaron a los primeros lugares de éxito y quedan en
la memoria, porque marcan de una u otra forma el ejercicio de nuestra
colombianidad en diversas épocas y momentos de nuestras vidas.
Cada
melodía inédita y algunas que ni siquiera sabíamos eran cantadas por él
cuando muchacho, se nos revelan profundamente impreganadas en nuestra
memoria, hacen parte especial de nuestra vida, amores, fiestas, cuerpos,
sudores y soledades y las redescubrimos a medida que las escuchamos y
revisamos la vida. ¿Quien no bailó hace tanto tiempo al ritmo de « Fruko
y sus tesos » y después con « La Verdad » ? ¿Qué colombiano no ha
escuchado « No le pegue a la negra» ?
La agonía de Joe Arroyo fue
seguida por todos en directo hasta el instante de la extrema unción,
algo que tiene los visos de ser profundamente colombiano y sacralizador.
Hacía tiempo no oía hablar de esa ceremonia a la que acceden los
héroes, como Simón Bolívar, quien en Santa Marta recibió la visita del
prelado antes de morir. Lo mismo le ocurrió a Joe Arroyo. Cuando los
diarios en primera plana hablaron de su extrema unción, supe que sólo
quedaban unas horas para que estallara la infausta noticia y cuando ya
fue inevitable y real, empezamos a llamarnos entre los amigos de la
diáspora colombiana.
Al primero que llamé fue a Julio Olaciregui
(1951), escritor, danzarín y filósofo barranquillero que lleva más de
tres décadas por aquí en la ciudad luz y es una de las más importantes
energías morales, bailables y literarias de Barranquilla, donde se
explayó con todas sus fuerzas el genio del cartagenero. Como muchos
colombianos del extranjero, Olaciregui hizo su propia fiesta personal de
duelo y escribió un largo texto sobre el personaje desde el profundo
sentir de su barranquillitud o carnavalidad.
En « Joe Arroyo, nunca
te olvidaremos », el autor de « Los domingos de Charito , dice : « Un
tal Joe Arroyo de Barranquilla, sí señores, con ustedes el mito de
nuestra generación, el hombre que ha realizado nuestro sueño, mami lo
que yo quiero es ser cantante de una orquesta ; con ustedes el hijo del
etíope, el negro bembón, mayombe, con sabor, el nieto del bisabuelo que
ayudó a fundarnos la patria, monsieur Mambo, cantando en vivo y en
directo en el cabaret del trasatlántico » :
La primera vez que lo vi
fue en Barranquilla, hace unos tres lustros, cuando Ariel Castillo me
lo mostró una noche ahí al lado del bar discoteca La Cien, cuando él
departía con unos amigos junto a una lujosa camioneta Ford Suburban y lo
volví a ver al otro día en Cartagena cuando le hacían un gran homenaje
en la plaza de toros, en el marco del Festival del Caribe, a donde me
invitó Gustavo Tatis Guerra. Estuvimos ahi detrás del escenario en la
zona de los periodistas e invitados especiales, donde había enormes
botellas de promoción de ron Tres Esquinas, licor que era libado
felizmente por todos. Al final del concierto salió Arroyo con su esposa e
hijas, vestidas como hadas, de blanco, y lo vi ahí en medio de la
deliciosa y excepcional ebriedad que produce ese ron blanco, entre la
luminosidad azulosa y múltiple de los rayos láser proyectados por los
luminotécnicos.
Al lado de Kid Pambelé, García Márquez y Héctor
Rojas Herazo, Joe Arroyo es hijo de una región que transformó a Colombia
desde su mirada al mar. Ese país cerrado, oligárquico, hispánico,
castizo, cardenalicio, blanco, santafereño, bogotano, antioqueño,
payanés, rolo, clasista, racista, excluyente, camandulero, beato,
reprimido, ha sido defendido por los marginales de la costa, por esos
costeños que llevan dentro de sí la fuerza africana de los esclavos.
García Márquez y Joe Arroyo salieron de ahí y son los más grandes
artistas del país porque concentraron en ellos la colombianitud, la
universalizaron. Ellos fabricaron en el crisol alquímico la mezcla de
ese pueblo variado y enérgico con sus leyendas y cuentos y sueños y
pesadillas.
En la fiesta mía, a medida que aumentaba el efecto de
los vinos, los concelebrantes mencionábamos a Úrsula o a Melaquíades o a
Remedios la Bella o al coronel Aureliano Buendía o a Eréndira, como si
fuesen de la familia. Y cada una de las melodías de Joe Arroyo se nos
aparecían también familiares. Con ellas amamos, bailamos, celebramos,
vivimos cuatro décadas. Por eso Joe Arroyo sigue vivo. Porque nos dio
vida y sólo vivió para cantar desde cuando cargaba agua en los
recipientes de la pobreza bajo el sol candente del trópico. Vivió para
vivir y darnos vida nada más.
viernes, 25 de julio de 2025
VIDA E HISTORIA AL AMANECER
sábado, 19 de julio de 2025
LOS SECRETOS DE POLICARPO VARÓN
Policarpo Varón (1941) siempre ha sido uno de los secretos mejor guardados de la narrativa y la literatura colombianas desde que publicó en 1973 su primer libro de cuentos El festín, en la editorial Oveja Negra. Desde entonces, el cuento que lleva ese título ha sido incluido en varias antologías del género en Colombia y América Latina y él continuó en la sombra ejerciendo la alegría de escribir cuentos y ser antes que todo un lector apasionado. Después publicó El falso sueño (1979), Jardín del intérprete (1977) y La mágica tragedia (1986).
jueves, 17 de julio de 2025
ACTUALIDAD DE BERNARDO ARIAS TRUJILLO
A ocho décadas de su muerte y 115 años de su nacimiento, Bernardo Arias
Trujillo (1903-1938) sigue siendo actual porque hace parte de una
generación moderna y malograda que irrigó la poderosa creación telúrica
latinoamericana de su tiempo en todos los países, antes del estallido de
la Segunda guerra mundial. No solo escribió en su corta vida de 35 años
la novela cinematográfica Risaralda, sino que fue poeta, traductor,
panfletario, publicista y ensayista de talento.
Hace unos años, cuando visité una noche de neblina con Harold Alvarado,
Álvaro García y Marcela Cerón la vieja casa donde él murió, desfigurada
por la institución instalada ahí, cuando debería ser un museo dedicado a
su vida y obra, recordé con alegría y agradecimiento el hecho de que mi
padre tuviera varios de sus libros en su biblioteca y por eso me
conecté muy temprano con su traducción de La balada de la cárcel del
Reading de Óscar Wilde, así como Diccionario de emociones y En carne
viva.
El poema homosexual Roby Nelson era ampliamente conocido entre los
jóvenes poetas y amantes de la cultura de la ciudad, que éramos muchos,
pues había además de la gran agitación política reinante de la época
post-68, muchos centros culturales y un culto a la literatura que ya se
practicaba por tradición desde hacía décadas, no solo por el auge de los
llamados greco-quimbayas, que eran políticos derechistas ilustrados,
como Silvio Villegas, sino por la literatura popular y rebelde de Iván
Cocherín y José Naranjo y la literatura maldita existencialista de José
Vélez Sáenz.
Conocí el poema a través de mi padre, un liberal que amaba la literatura
y lo tenía en una antología de poesía colombiana al lado de los poemas
de Julio Flórez, Guillermo Valencia, José Asunción Silva y Rafael Pombo.
No asustaba para nada en Manizales ese canto a un efebo bonaerense de
arrabal. Se le disfrutaba como un gran logro estético. Todos admirábamos
a Rimbaud y Óscar Wilde.
En su biblioteca mi padre tenía toda su obra, salvo la que firmó con el
seudónimo de Sir Edgar Dixon. Los escritores mayores, algunos de los
cuales pudieron coincidir jóvenes con Arias Trujillo, conocían muy bien
sus libros e incluso criticaban su exageración en el manejo de los
adjetivos y el excesivo greco-quimbayismo de su prosa.
Además de su famoso poema gay Roby Nelson, hay otro poema erótico de
Arias Trujillo llamado Versos a una muchacha deportista, lo que nos
indica que como Proust, tenía buen sentido de apreciación del cuerpo
femenino, como lo demuestra en su descripción de las "belkis trigueñas"
en su clásica novela.
Su leyenda ya estaba instalada poco después de su muerte. Manizales es
una ciudad muy especial porque ya en los 30 existía allí una gran
editorial privada, Arturo Zapata editores, que publicó a todos los
clásicos del país en tiempos de entreguerras, como Fernando González,
César Uribe Piedrahíta, León de Greiff y muchos otros. El director de
esa editorial era un exquisito que dirigía además la revista literaria
Cervantes.
Lo cuento más por curiosidad documental que otra cosa: acabo de
desempolvar en unos papeles viejos que cargo en un maletín negro, el
original de un ensayo que escribí sobre Arias Trujillo a los 17 años, y
que ganó un premio de ensayo en LA PATRIA con el que me gané 5.000 pesos
de ese entonces. "Bernardo Arias Trujillo: el artista y el mundo", por
fortuna inédito, es un texto de 10 páginas con apartes que me sorprenden
y otros que me sonrojan, donde paso revista de manera caótica a la vida
y la obra del personaje con los elementos conocidos por un joven
escritor adolescente manizaleño de la época, intoxicado de literatura y
rebelión, lo que muestra con claridad documental que Arias Trujillo era
un escritor asumido y oficial en Manizales.
Tratemos de situar a Arias Trujillo en el contexto histórico nacional.
Es necesario acabar con las mitologías de opereta y de tango que la
cultura colombiana oficial ha tejido en torno a los autores de la época
de entreguerras, una de las más fascinantes del siglo XX, que está por
cartografiar y estudiar ampliamente, como lo han hecho con ese lapso de
la historia literaria de sus países argentinos, brasileños, peruanos y
mexicanos.
El país en esos años 20 y 30 era mucho más moderno de lo que creemos.
Retornó el liberalismo al poder con Enrique Olaya Herrera, Eduardo
Santos y Alfonso López Pumarejo. Se fundaron la Biblioteca Nacional y la
Universidad Nacional de Colombia, se publicó la Biblioteca Samper
Ortega y hubo un gran auge editorial y cultural. En esas dos décadas en
Bogotá y en varias ciudades de provincia había revistas, editoriales y
vida cultural.
Manizales por esas fechas era una especie de Manaos cafetera de tierra
fría con mucha presencia europea. Europeos y estadounidenses ya habían
llegado antes en el siglo XIX a trabajar como ingenieros o capataces en
las minas de la zona. O sea que no era un pueblo perdido o aislado en
las montañas. Además la cultura era algo central y ya se había fundado
el periódico LA PATRIA, donde escribían los autores del
greco-quimbayismo, entre ellos Silvio Villegas, su director, Aquilino
Villegas y otros.
Había varias tendencias políticas en el país: el liberalismo, laico y
abierto en materia cultural, el conservatismo, admirador de Mussolini,
la derecha maurrasiana francesa, la falange española y las ideas
eugenistas del protonazismo. Y también había un gran auge de las ideas
socialistas y comunistas con personalidades como María Cano, Ignacio
Torres Giraldo, Luis Vidales y una gran actividad sindical y de los
movimientos sociales. En medio de toda esa efervescencia de escritores,
caricaturistas, poetas, panfletarios, vivió el joven Arias Trujillo.
Nació en Manzanares, vivió en Manizales, pero también estuvo a fondo en
Bogotá, donde escribía folletines, y en Buenos Aires, donde fue
diplomático con el "Leopardo" José Camacho Carreño. Era pues un joven
cosmopolita de tendencia liberal, una versión liberal de los Leopardos.
En su libro En carne viva se muestra su furia frente a los que él llama
los "lanudos" de Bogotá y la oligarquía colombiana. Era un rebelde e
inclusive un derechista como Silvio Villegas, el autor de No hay
enemigos a la derecha, publicada por Arturo Zapata en 1937, admiraba a
este joven contemporáneo y dice que su rebeldía lo llevó al fracaso:
"Altivo y desdeñoso, desafió con indomable carácter las oligarquías
económicas y políticas, cerrándose los caminos del éxito". Ahí todo está
dicho.
---- Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Septiembre 23 de 2018.
Por Eduardo García Aguilar
Por su novela Risaralda, Bernardo Arias Trujillo era a nivel regional el escritor más importante y era estudiado y comentado por los profesores de literatura a nivel de bachillerato en los años 70. Pero además de Roby Nelson, acordémonos que hay otro poema erótico de Arias Trujillo llamado "Versos a una muchacha deportista", lo que nos indica que también tenía buen sentido de apreciación del cuerpo femenino, como lo demuestra en su descripción de las "belkis trigueñas" en su clásica novela.
Ambos poemas eran ampliamente conocidos en los medios literarios colombianos hacia los años 50, 60 y especialmente 70, cuando se celebraba en la ciudad donde murió el Festival Internacional de Teatro y muchos de los invitados eran llevados a conocer la casona familiar donde pasó sus últimas horas. Debido a que era un combativo liberal en tiempos de auge de los fascismos criollos, también se leía " Aclamación de Cristo", poema donde la figura es emparentada con la rebeldía y la lucha por la justicia. Su leyenda ya estaba pues instalada poco después de su muerte.
En Manizales ya en los años 30 existía una editorial privada, Arturo Zapata editores, que publicó a todos los clásicos del país en tiempos de entreguerras, como Fernando González, César Uribe Piedrahíta, León de Greiff y otros muchos. El director de esa editorial era un exquisito que dirigía además la revista literaria Cervantes.
Después de 1968, el poema Roby Nelson era ampliamente conocido entre los jóvenes poetas y amantes de la cultura de la ciudad, donde se daba un culto a la literatura que ya se practicaba desde hacia décadas, no solo por el auge de los llamados greco-quimbayas, como Silvio Villegas, sino por la literatura popular y rebelde que se practicaba en todo el departamento de Caldas, con autores como Iván Cocherín y José Naranjo o por la literatura maldita existencialista de José Vélez Sáenz.
Los intelectuales mayores, los poetas y los lectores de la ciudad sabían de memoria Roby Nelson, al lado de los poemas de Julio Flórez, Guillermo Valencia, José Asunción Silva y Rafael Pombo. De hecho yo todavía sé de memoria apartes del poema sobre Los lánguidos camellos de Valencia y por supuesto de Roby Nelson de Arias Trujillo, que aprendí entonces.
No asustaba para nada en Manizales ese canto a un muchacho bonaerense de arrabal. Se le disfrutaba como un gran logro estético. Todos admirábamos a Rimbaud y Óscar Wilde. Los intelectuales de las generaciones anteriores tenían un gran culto por la poesía y solían aprender de memoria los poemas clásicos colombianos y del modernismo latinoamericano, y referirse a su libro diatriba "En carne viva" contra la clase política colombiana, o a su hedonista "Diccionario de emociones".
En el diario local LA PATRIA se hablaba con frecuencia sobre Arias Trujillo, o sea que siempre fue un clásico entre los columnistas cultos del periódico, que eran mayoría en ese entonces, en especial José Vélez Sáenz, Jorge Santander Arias, Danilo Cruz Vélez, Edgardo Salazar Santacoloma, Ebel Botero, algunos de los cuales pudieron coincidir jóvenes con Arias Trujillo.
Incluso se criticaba su exageración en el manejo de los adjetivos, el excesivo greco-quimbayismo de su prosa. Y francamente nadie se asustaba por el asunto de la homosexualidad del poema pues Óscar Wilde, modelo de Arias Trujillo, era un autor muy apreciado. Todos los adolescentes leíamos El retrato de Dorian Grey, El ruiseñor y la rosa y la Balada de la cárcel del Reading en la traduccion de Arias Trujillo y sabíamos de su pelea con Guillermo Valencia.
Manizales vivió a comienzos de siglo un espectacular auge económico por la exportación mundial del café y por su situación geográfica y después de los incendios en 1925 y 1926 por los dineros de las pólizas de seguros con los que se reconstruyó la ciudad con edificios republicanos art-déco y republicanos, construidos por arquitectos de renombre internacional. Aunque era predominantemente conservadora, el homosexualismo wildeano era ya muy común en esos tiempos y muchos poetas, intelectuales y artistas eran reconocidos homosexuales, que vivían su condición discretamente, pero no estaban solos.
Había intelectuales que hablaban claramente del asunto como Ebel Botero y Javier Arias Ramírez, entre otros. En mi adolescencia sabíamos todos que era una ciudad donde había homosexualidad y que había amplios círculos homosexuales. Había intelectuales mucho mayores que reivindicaban abiertamente su homosexualidad como Ebel Botero.
Y es normal, dada la gran presencia del catolicismo y la impronta de la Iglesia, cuyo mayor símbolo era la enorme catedral Catedral Primada. A lo que se agregan las taras patriarcales de la cultura antioqueña. El novelista manizaleño José Vélez Sáenz, otro escritor maldito, autor de Las llaves falsas y otros libros malditos de corte existencialista, abordó muy bien el tema de la droga y ese mundo infernal de la ciudad, que ha sido el tema de su narradores.
jueves, 10 de julio de 2025
EDUARDO GÓMEZ ENTRE BERLÍN Y BOGOTÁ
Eduardo Gómez (1932-2022) fue uno de los grandes poetas colombianos del siglo XX, autor de una vasta obra poética, narrativa y ensayística y pilar de la cultura de entonces como profesor en la Universidad de los Andes y colaborador de instituciones editoriales o culturales colombianas, donde se desempeñó después de una larga estadía de estudios en Alemania.
martes, 8 de julio de 2025
ENTREVISTA CON EDUARDO GARCIA AGUILAR. POR JORGE CONSUEGRA. Letrasylibros.com (2006)
Lo escribí a los 13 años, en tercero de bachillerato, y lo titulé "Los secretos del infierno". Un periodista joven iba a las profundidades del infierno en la siberiana ciudad de Yakutia, en Rusia, para entrevistar al diablo. Lo envié a un concurso de cuento intercolegiado y gané. Luego vino la ceremonia de premiación ante cientos de alumnos y subí al estrado en medio de los apalusos. El rector me entregó el premio: un libro de Hemingway con varios relatos, entre ellos "Las nieves de Kilimanjaro". Fue un instante inolvidable, pues no hay nada mejor que un escritor adolescente: allí la literatura vive su estado químicamente puro. Es el sueño infinito contra los despeñaderos. Y además me dio la oportunidad de conocer la obra de Ernest Hemingway, cuyos libros "El viejo y el mar" y "París era una fiesta" me encantan.
2. ¿Cuál fue el tema?
Un periodista novato e intrépido va al infierno para entrevistar al diablo y sale a la superficie en la ciudad siberiana de Yakutia. Sin duda había influencias del Mefistófeles del "Fausto" de Goethe, que acababa de leer en la edición juvenil de Sopena, y del cuento "A la diestra de dios padre" de Tomás Carrasquilla, uno de mis escritores colombianos preferidos. Al final el personaje publica su entrevista en las revistas Time y Life, se hace conocido en todo el mundo por la primicia y después del éxito se dispone a buscar en algún lugar del planeta a Jesucristo para entrevistarlo.
3. ¿Qué se hizo ese cuento?
Guardo el original con unas anotaciones en tinta roja de un maestro de literatura del Instituto Universitario que, me acuerdo, era un señor muy alto y flaco, quijotesco. Además de mi padre, que amaba la literatura y vivía rodeado de diccionarios, tuve muy buenos profesores de letras. Eran los que me defendían en los colegios de las autoridades y de los profesores de matemáticas, física y química que me consideraban peligroso e hicieron todo por aniquilarme. Para ellos un chico que sueña con ser escritor y no ingeniero, militar, abogado o médico es muy peligroso para la sociedad.
4. ¿Cuándo supiste que ibas a ser escritor?
Sin
duda el día en que subí a recibir el premio. Me gustó esa sensación
súbita y efímera del triunfo literario. En el camino del colegio a la
casa con el libro del premio en la mano flotaba de emoción y orgullo.
Llegué a casa y le conté a mi padre la noticia. Celebramos en familia.
Ese día lo tengo muy claro, fue una revelación. Desde entonces no paro.
El adolescente de ese día sigue aquí dentro. El estatuto de escritor
adolescente es maravilloso e inquietante. Hay que seguirle siendo fiel,
no traicionarlo.
5. ¿Cómo surgió el primer libro?
El primer libro publicado como tal fue "Cuaderno de sueños", una pequeña colección de cuentos, publicada en México por la editorial El Tucán de Virgina, en 1981, después de ganar el premio de cuento "Los otros editores". Pero el primer libro para mí fue la novela corta "Tierra de leones", de 1983, un libro más complejo, que sería el primero concluido después de mucho trabajo y dudas. Sin embargo, no hay que olvidar que antes, el adolescente del colegio escribió varios libros que nunca publicó por fortuna. Yo mismo los encuadernaba y repartía a los amigos, que a su vez escribían y encuadernaban libros llenos de poemas malditos.
6. ¿Cuales fueron esos libros?
El primer "libro" de esa etapa de "arqueología literaria" personal sería una novelita corta que escribí a los 14 años llamada "El castillo de Anthony Jeffes", redactada con el estilógrafo verde mi abuela en un cuaderno cuadriculado azul y que sin duda estaba influida por "El retrato de Dorian Grey" y las novelas de espanto. Después escribí dos o tres colecciones de poemas existencialistas, terribles, escatológicos, como para cortarse las venas o lanzarse al salto del Tequendama. Los nadaístas estaban de moda en ese entonces en Colombia y todos queríamos ser Rimbaud. Además había en Manizales un poeta rockero de 20 años, Wadis Echeverri Correa, que organizaba lecturas y agitaba poéticamente la ciudad. Eran los tiempos de "In a Gadda Da Vida" de Iron Butterfly y "Satisfaction" de los Rolling Stones, los tiempos maravillosos del Festival Internacional de Teatro que trajo a Neruda, Asturias, Grotowsky, Sábato, entre otros muchos. Pero de esa etapa del colegio, lo más "serio" fue un poemario nerudiano en el que trabajé con más intensidad cuando estaba en sexto de bachillerato, a los 17 años. Hay logros, pero demasiada influencia nerudiana y del latinoamericanismo en boga en esa época, que ensalzaba lo prehispánico, lo popular, las revoluciones, el pueblo. De todos modos esos libros fueron escritos con total entrega e intensidad. Lo repito: no hay nadie más puro que un escritor adolescente.
7. ¿Luego que pasó?
Después viví en Bogotá dos años y estudié en la Universidad Nacional, antes de irme para Francia. En ese ambiente establecí el contacto básico con la literatura nacional. Por ahí en 1973 conocí a compañeros generacionales como Sonia Truque y Juan Carlos Moyano, entre otros, que leíamos nuestros textos en el taller Punto Rojo de Arturo Alape e Isaías Peña Gutiérrez. Había unas fiestas fenomenales en casa de Rosita Jaramillo y Jaime Echeverry, que acababan de llegar de Argentina y aportaban modernidad a la literatura colombiana. Las fiestas inolvidables eran en su apartamento de las Torres de Pekín, donde siempre ha vivido Germán Espinosa.
8- ¿Y cuando te fuiste de Colombia?
Me fui en febrero de 1974. La Universidad Nacional estaba cerrada, el ambiente político era atroz. A Francia llegué con 20 años recién cumplidos y allí realicé mis estudios universitarios, amé, bebí, fui a cine, viajé y leí mucho. Fue una etapa de formación. Mucho más leer que escribir y gozar la literatura francesa, que es inagotable. Días y semanas enteras leyendo y delirando con Stendhal, Balzac, Flaubert, Proust... Madrugábamos a escuchar a Michel Foucault y a Roland Barthes en el Colegio de Francia. Después de Francia me fui a California, a Los Angeles y San Francisco, donde estuve un año y descubri "Lolita" de Nabokov". Un día tomé un avión desde San Francisco y llegué a México con ganas de escribir en la prensa de ese país y publicar mis libros. A la escritura allí de la novela "Tierra de leones", influida por "Lolita", siguieron "Bulevar de los héroes" y "El viaje triunfal", que hacen parte de una trilogía. Pero con el peso de García Márquez y el "boom" encima aplastándolo a uno como montañas de mármol, era muy difícil escribir. El ejemplo y el nivel de "Cien años de soledad" y "Rayuela" eran muy altos para emprender como hormiga la factura de una novela. Además estaban ahí Borges, Rulfo, Cortázar, Onetti, Fuentes, Lezama Lima, Alejo Carpentier, vivitos y coleando....
9. ¿Cómo ha sido la vida de todos los libros?
Yo le debo todo a los amigos mexicanos. Ellos me abrieron desde 1980 las puertas de los periódicos, me publicaron todos los libros, respondieron siempre con muchos textos críticos publicados en las secciones culturales de los diarios y las revistas, e hicieron la fiesta en cada presentación. De hecho hace poco presenté mi último libro "Animal sin tiempo" en México y hubo una fiesta fenomenal en casa de Santiago Espinosa de los Monteros, en la colonia Roma. Yo crecí como escritor entre la gente mexicana de mi generación, que tiene brillantes autores, intelectuales polígrafos sólidos que no van sólo tras el best-seller y el éxito fácil. Ellos han sido mis amigos e interlocutores. Cuando pasan por París siempre los veo y hablamos de ese océano que es la literatura mexicana de la que he aprendido tanto. Creo que a fin de cuentas soy un escritor mexicano. No se como agradecerle a ellos esa atención y esa complicidad literaria. Ahora, también agradezco a Francia por toda una vida aquí. Aquí hice mis estudios universitarios y trabajo. París es una ciudad que amo. Pero en lo que respecta a mis libros, todo se lo debo a México y a los mexicanos.
10. ¿Qué libro te graduó de escritor?
Me "gradué" como escritor en México con las tres novelas de la trilogía compuesta por "Tierra de leones", "Bulevar de los héroes" y "El viaje triunfal". "Bulevar de los héroes" ya salió en Estados Unidos en inglés con prólogo de Gregory Rabassa. "El viaje triunfal" está traducida al inglés y al bengalí, en Calcuta. Luego publiqué una cuarta novela en México, "Tequila coxis", tambien inédita en Colombia, que es un homenaje a la ciudad donde viví tantos años, el Distrito Federal, y a su literatura, a ese mundo del cine de la época de oro, el surrealismo, Tamara de Lempicka, las cantinas, María Felix, Tongolele, Ninón Sevilla, Cantinflas, Agustín Lara y Dámaso Pérez Prado, el famosos "rey del mambo". Cada novela es un reto muy fuerte y por eso creo que uno tiene que "graduarse" siempre con cada libro que escribe. Uno no se gradúa nunca como escritor. Es como el mito de Sísifo.
11. ¿Qué ha significado París para los escritores latinoamericanos?
Es una intensa relación que se remonta a más de dos siglos. Primero los escritores y héroes de las independencias, románticos, que pasaban por aquí y compartían la vida con los franceses. Luego todo el siglo XIX y, a fines de ese siglo, los autores modernistas encabezados por Rubén Darío que adoraban París y la literatura francesa finisecular. En nuestro caso José Asunción Silva se formó en París y tanto su novela "De Sobremesa" como su poesía están influidas por los escritores simbolistas y finiseculares. A todo lo largo del siglo XX esa amistad fue aún más intensa. Toda la generación de los años 20 y 30, con César Vallejo, Miguel Angel Asturias, Alfonso Reyes, Alejo Carpentier y otros muchos estableció puentes que siguen vivos y abrieron las puertas al éxito espectacular del "boom" latinoamericano que con Cortázar, Vargas LLosa y García Márquez vivió intensamente los años 50, la posguerra, el existencialismo y la liberación cultural de los años 60. Ahora somos muchos los latinoamericanos que estamos aquí, pero no se está viviendo el esplendor grupal de las tres generaciones antes mencionadas: la de Rubén Darío, la de Vallejo y Asturias y la de Julio Cortázar. El mundo es ahora mucho más moderno, hay muchos polos mundiales de interés nuevo que están viviendo una fuerte interactividad. París ya no es el mito o el lugar necesario que fue en el siglo XIX y en el XX. Ahora es el web. Estamos unidos por los blogs. De hecho el mío es http://www.egarciaguilar.blogspot.com/
sábado, 5 de julio de 2025
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sábado, 28 de junio de 2025
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Por Eduardo García Aguilar