Colombia. Domingo 27 de octubre de 2024.
viernes, 25 de octubre de 2024
UMBERTO VALVERDE Y CALI PACHANGUERO
Colombia. Domingo 27 de octubre de 2024.
sábado, 19 de octubre de 2024
EUROPA Y EL ÉXODO DE LAS GUERRAS
viernes, 11 de octubre de 2024
CIEN AÑOS DEL SURREALISMO
Por Eduardo García Aguilar
Breton definió el surrealismo como “automatismo psíquico puro, pensamiento libre en ausencia de cualquier otro control o regulación de la razón, más allá de toda preocupación estética y moral”.
viernes, 4 de octubre de 2024
CLAUDIA SHEINBAUM Y EL MILAGRO DE MACONDO
Por Eduardo García Aguilar
lunes, 30 de septiembre de 2024
MÉXICO Y LA HERIDA DE LA CONQUISTA
sábado, 21 de septiembre de 2024
EL ESTRIDENTISTA MEXICANO LIST AZURBIDE
List Azurbide escribió el Manifiesto estridentista, publicado hace cien años en 1923 con otros compañeros de generación, entre ellos Manuel Maples Arce, figuras pioneras de la vanguardia poética mexicana de los años 20 que rompía para siempre con el modernismo, los sonetos, la poesía en alejandrinos y la ya caduca solemnidad romántica decimonónica. El Movimiento estridentista tuvo vigencia desde 1921 a 1927 y participaron en él artistas de todas las disciplinas que celebraban con entusiasmo la Revolución Mexicana y reaccionaban como jóvenes a los cambios vertiginosos del mundo en materia de industria, tecnología y comunicación.
sábado, 14 de septiembre de 2024
LOS CAMBIOS Y LOS ABISMOS
Sófocles, Homero, Virgilio, Dante y Thomas Mann fueron algunos de quienes practicaron el arte de percibir los momentos abismales que los seres humanos, naturaleza y sociedades enfrentan tarde o temprano y significan lanzarse a espacios y precipicios en una gran aventura, voluntaria a veces, y otras ineluctable.
-----
Publicado en La Patria, Manizales. Colombia, el domingo 14 de septiembre de 2024.
miércoles, 4 de septiembre de 2024
UNA NOVELA Y UNA EXPLORACION LITERARIA
Por Germán Eugenio Restrepo
Aquello que miramos y no podemos
ver es lo simple. Lo que escuchamos
sin oír: lo tenue. Lo que tentamos sin
asir, lo mínimo.
Lao Tse (Tao Teh King)
No siempre para escribir acerca de un libro o de una novela se comienza por citar a esos mágicos textos que son el Tao Te King o el I Ching, ambos de alguna forma relacionados. Y creer con el escritor Umberto Eco que los libros conversan entre si , o aproximarnos a Jorge Luis Borges, para entender descifrado en el libro al universo, es solo una de las aristas que los libros nos brindan y nos ofrecen a cada momento.
Desde que descubrí el libro , siendo muy niño, un horizonte de vivencias y aventuras se abrió para mi y encontré en el una madeja de acertijos, laberintos, sugerencias, lugares, personajes, castillos, casas antiguas, bosques encantados y muchas historias y fantasmas que han poblado mi memoria y han generado la lúdica complacencia de ver en mi biblioteca repetida la canción sugerente de la poesía.
En una de esas tardes frías de Bogotá, mientras hurgaba y miraba libros en mi biblioteca, tomándome un café, encontré un libro titulado El viaje triunfal, del autor caldense y manizaleño Eduardo García Aguilar. (Tercer Mundo Editores. Bogotá. 1993)
Una novela que a pesar del tiempo transcurrido, tiene la vigencia de sus personajes y la textura representativa de un escenario histórico, muy próximo, para quienes hemos vivido en Manizales y tenemos para con esta bella ciudad el recuerdo de una vida cultural esplendente que ha quedado grabada en la memoria del afecto.
En esta novela: El viaje triunfal, prospera una narrativa que nos conduce por diferentes etapas de la historia de Colombia, auscultando el autor lo que es el intrincado discurrir del final del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Revive y pone en escena personajes como: José Asunción Silva, José Maria Vargas Vila, Enrique Gómez Carrillo y Cesar Vallejo, entre otros.
Define y muestra esa interesante e irreverente generación del Olimpo Radical que llega al poder en la década de 1860 y que erige la Constitución de 1863 o Constitución de Rionegro: federalista; y que le diera gran importancia a la educación y a la libertad de pensamiento.
Arnaldo Faria Utrillo, un personaje que define todo el fardo de dificultades que el escritor y el poeta asumen en un medio social complejo, y en donde el arte es simplemente un acontecer irredento, dentro de una cultura que siempre es pétrea e indiferente frente al proceso creativo planteado por el artista. Y lo que llama la atención de ese viaje triunfal, es que no solamente comprende un viaje realizado por el protagonista desde Latinoamérica, Europa y el medio oriente, para terminar en una ciudad como Manizales, poblada de ecos y fantasmas.
El
viaje triunfal, la bella novela de Eduardo García Aguilar, es el
itinerario de un artista: de un hombre que realizó su propio periplo y
que termina, no en una ciudad, sino en esa continuidad de la vida que se
realiza en la Barca de Caronte. Una novela para ser leída y
reflexionada, y que hace de la historia un tránsito: una posibilidad de
ser.
Por eso, un libro -siguiendo el Tao Teh King – es lo simple, lo tenue y lo mínimo. Y por eso precisamente, lo encierra todo.
Eso sentí al leer nuevamente la novela de Eduardo García Aguilar.
Sería interesante tomarme un café , con Arnaldo Faria Utrillo y que me hablara de una generación perdida en el tiempo, y en ese olvido que todo lo cubre y todo lo define.
---
Publicado en Quehacer cultural Manizales. 28 de agosto de 2024
domingo, 1 de septiembre de 2024
LOTI Y LOS FANTASMAS DE ORIENTE
lunes, 19 de agosto de 2024
DIEZ AÑOS SIN MIGUEL DE FRANCISCO
Por Eduardo García Aguilar
Hace ya diez años falleció un día de febrero de 2006 en París el escritor colombiano Miguel de Francisco (1949-2006), aquejado por el cáncer fulminante de pulmón que le provocó su consumo exagerado de tabaco, que se agravó cuando comenzaba una nueva etapa creativa de su vida en un apartamento desde donde podía ver extendida la ciudad a sus pies.
De Francisco fue un escritor raro, excéntrico, esteta que dedicó su vida a la literatura como si esta fuera una religión, alejándolo muchas veces de las obligaciones reales a las que están obligados todos los comunes mortales en este planeta, lo que le causó no muchas dificultades económicas y vitales en su larga errancia por varios países europeos como España, Francia y Austria entre otros.
Quienes lo conocimos sabemos que el sentido de su vida fue la lectura, la pasión por autores raros de todos los tiempos y la afición por otras ramas del arte como la plástica y la música, a las que dedicó crónicas y no pocos trabajos periodísticos dispersos en revistas y suplementos literarios.
Antes de irse para siempre de Colombia, trabajó como profesor de literatura en el Colegio Juan Ramón Jiménez en Bogotá y dio clases sobre escritura y lectura en varias universidades, donde comunicó a sus alumnos la pasión por autores de todos los tiempos y las técnicas literarias diversas que él exploraba en todos los sentidos. En Barcelona, donde vivió muchos años, realizó trabajos para editoriales como traductor y corrector y después tuvo empleos en Viena y París, ciudad esta última donde trabajó en el Centro de Arte contemporáneo Pompidou y en oficinas de difusión del ministerio de Cultura.
Errante esencial, vivió en muchos sitios, poblando hoteles, buhardillas, casas y apartamentos de amigos o amadas y lugares donde solía pasar poco tiempo. En un momento obtuvo la beca para escritores de Saint Nazaire, donde residió en un apartamento situado en un piso alto frente a los astilleros de esa fría ciudad frente al Atlántico. En todos esos lugares escribió miles de cartas a los amigos cuando aun se solía ejercer la correspondencia escrita y redactó algunos de sus principales libros como Arcana, Armario de Solterones o el Enano y el Trébol, entre otros. Su prosa era barroca, a veces difícil de seguir por lo culterana y cargada de múltiples sentidos, inspirado por la obra de José Lezama Lima y otros barrocos latinoamericanos como Severo Sarduy. También fue un gran lector de los modernistas y de los decadentes franceses y europeos de fines del siglo XIX y exploró autores raros de todos los tiempos, grandes novelistas experimentales como Lawrence Sterne o James Joyce, o místicos cristianos o judíos.
Poseo unas 30 cartas inéditas de Miguel de Francisco escritas desde Barcelona y París donde en largas páginas cuenta su cotidianidad y la vida literaria de las ciudades, así como sus lecturas insomnes, proyectos e ilusiones, y en todas ellas anima al corresponsal a descubrir nuevos autores y a luchar contra viento y marea para vencer los fantasmas de página en blanco.
En Armario de solterones cuenta la vida de las pensiones e inquilinatos donde estuvo temporadas en Bogotá con su anciana madre divorciada y se acerca en esas páginas al destino de solitarios y fracasados en esa fría capital de los años 50 y 60 donde transcurre su infancia y parte de la adolescencia.
También con su madre, que fue enterrada en el cementerio de Montjuich en Barcelona, Miguel de Francisco Forero viajó por varias ciudades europeas de niño y adolescente residiendo en hoteles y pensiones hasta que la poca fortuna familiar se fue extinguiendo hasta dejar a esa improbable pareja de madre e hijo casi en la miseria novelesca. Miguel siempre esperó durante su vida una herencia, y quiso el destino que cuando ya se resolvieron los pleitos judiciales de décadas, el asunto se aclaró poco después de su muerte y el legado fue devuelto al Estado pues él murió intestado, sin hijos y sin viuda, como en las novelas.
De las miserias y pobrezas cíclicas siempre se levantaba el escritor, quien gustaba de trajes finos y chaquetas de cuero, gasnés, camisas exquisitas, mancuernas, corbatas y corbatines de seda, sombreros y otros adminículos de la elegancia propugnada por Brummel, y de esta forma, aunque andara a veces sin un peso en el bolsillo, deambulaba como un verdadero dandy por las calles de Madrid, Barcelona, Viena o París. Algunos de sus libros fueron traducidos al francés por autores conocidos como Laure Bataillon o Michel Falempin, quienes lo apreciaban y admiraban, y editados en bellas ediciones, pero como casi siempre ocurre en Colombia con los errantes y viajeros, poco se le publicó allí, salvo en la colección de la diáspora de Colcultura, dirigida hace cinco lustros por Óscar Collazos y Guido Tamayo, que escribió una noveleta, El inquilino, inspirada en la vida de este esteta colombiano olvidado.
El sol caía en París, nítido, enorme, a la izquierda del paisaje de tarjeta postal vista desde los dos ventanales del último apartamento de Miguel de Francisco. Ahí lo sorprendió la muerte entre desesperados ataques de tos, la madrugada de un sábado o un domingo o un lunes de fines de febrero de 2006, con los pulmones cristalizados por cuatro décadas de humo.
Quedó ahí tirado con un plato destrozado, los pies hacia el baño, a donde tal vez fue a conectarse al aparato de oxígeno, y su rostro sereno hacia el pequeño corredor que da a la cocina y a la habitación. Vivía allí desde hacía un año, en el piso 17, apartamento K, del número 46 de la rue Bargue, al sur de la ciudad, no lejos de la rue de Vaugirard y del metro Volontaires, con la inmensa Torre Eiffel al frente, y a la derecha la cúpula dorada de Invalides, donde reposa Napoleón. Era un sitio espléndido para un literario total, indecente y marginal como él -”muy antiguo y muy moderno”, como diría su adorado poeta nicaragüense Rubén Darío.
-----
Artículo publicado el 3 de junio de 2016, con motivo de los diez años de su deceso.
sábado, 27 de julio de 2024
LA GRAN FIESTA DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS
Por Eduardo García Aguilar
sábado, 20 de julio de 2024
GALERÍA DE POETAS MALDITOS
Por Eduardo García Aguilar
sábado, 13 de julio de 2024
FIESTA EN LA PLAZA DE LA REPÚBLICA
Por Eduardo García Aguilar
jueves, 27 de junio de 2024
EL RETORNO DEL EX PRESIDENTE HOLLANDE
domingo, 23 de junio de 2024
PARÍS PARA LECTORES EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS
Un
delirante tejido concéntrico forma desde lo subterráneo hasta lo aéreo a
la imaginaria ciudad de París que pronto invadirán deportistas y
turistas en los Juegos Olímpicos 2024. Apeñuscados en la oscuridad,
miles de calaveras y esqueletos pueblan el laberinto de las catacumbas,
visitadas en especial por seres de ficción y centro de un rito de
cavernas. A un lado paralelo, en el subvientre de la ciudad, se
extienden las misteriosas cloacas, casi paradisíacas para los
precursores del underground. Inmensos roedores, aguas pútridas, canales y
túneles mohosos sirven de escenario a las aventuras más escabrosas:
seres olvidados de piel mortecina, mendigos sabios, evadidos de prisión y
una red de funestos empleados viajan en pequeñas embarcaciones sobre
las aguas negras.
Desde arriba, los expertos lanzan enormes bolas de un material
desconocido, encargadas de romper los posibles escollos y dejar la vía
libre a la fluidez del líquido. Es posible imaginar el estruendo de la
enorme esfera al lograr su máxima velocidad, la devastación que deja a
su paso antes de ser capturada de nuevo en otro rincón de la ciudad. En
ese intrincado mundo todo es posible, desde el amor hasta la muerte,
desde la cofradía hasta el anacoretismo. Algún ser de ultratumba habrá
escogido allí un rincón para huir de la hormigueante civilización
desplegada sobre el viejo lecho del Sena; amigo ya de las enormes
alimañas roedoras descendientes de las que poblaron el mercado de Les
Halles, dialogará con ellas y compartirá su soledad, la voz que en ecos
se distribuye por los salones de ese mundo paralelo, el chillido
amenazante de aquellos bichos de pelambre mojado.
Escenarios perfectos para una novela maldita o para una historieta con
héroes del averno, las catacumbas y las cloacas (albañales, sumideros,
alcantarillas, según los diccionarios) pertenecen a la más fina
aristocracia de la ciudad, y su arqueología e historia podrían
desencadenar torvos pensamientos: allí se concentraría la red de
cofrades rebeldes ante el “progreso” de la superficie; en la no-ciudad
subterránea se podría desarrollar el engranaje, la maquinaria de un
improbable falansterio. De las catacumbas y gigantescas cloacas saldrían
los encargados de repoblar una superficie agotada por la guerra.
El metro centenario es un caso aparte. De entre miles de millones de
viajeros podría sacarse material para un museo internacional de gestos y
soledades: miradas perdidas de viudas, huérfanos, mujeres abandonadas,
reos recién liberados, exiliados, enamorados al borde de la
desesperación, solitarios desquiciados por la falta de un cuerpo,
militares recién degradados, jóvenes ambiciosos de provincia,
aventureros de exóticos países conradianos. Incluso los ciegos saben que
allí adentro la mirada es la reina, sea esta huidiza, directa,
demencial, vidriosa, lagrimeante, mansa, agresiva. Timbres, sirenas,
pasos, carreras, olores, sudores, portafolios, zapatos lustrados,
abrigos de un mercado de pulgas, hombres negros, amarillos, blancos,
pigmeos, incas, bolsas, monedas, camafeos, prendedores, diademas, aretes
de oro con esmeraldas, suciedad, labios pintados de vamps, la risa de
un malevo: el metro haría las delicias de un amante de los catálogos.
Walter Benjamin — el melancólico cofrade del exilio que con Roth,
Tsvetáieva o Beckett hace parte de la galería interminable de
extranjeros habitantes de París — se refiere en su texto “París, capital
del siglo XIX” a la formación de otro curioso laberinto de mercancías
en la superficie citadina. Al hablar de los almacenes de novedades,
predecesores de las grandes tiendas, se refiere a la genealogía del
rostro posterior de la ciudad. Con el auge de los textiles, la
construcción férrea o de vidrio se desarrolla y llega a su apogeo a
mediados de ese siglo XIX. El almacén, la tienda, el pasaje, la galería,
constituirá en cierta forma la esencia de la ciudad moderna visitada
por los consumidores.
Y ahora hablemos del bistró, rey absoluto de París, vendedor de las más
exquisitas mercancías: el alcohol y el café, sin los cuales muchos se
atreverían a decir que el esplendor de París no hubiera sido posible. En
todas partes existen, pero solo allí cumplen verdadera función. En cada
cuadra hay varios de estos receptáculos, con una clientela propia,
familiar, respetuosa de los horarios. Patrones alcohólicos de nariz
rojiza, dominados por la imponente patrona que observa con cuidado los
movimientos de la bulliciosa clientela mientras extrae cerveza o prepara
el express, del obrero uniformado que sale del taller y llega a su
bistrot o de la asténica pianista cortazariana que bebe y escucha su
pasado en la barra del café..
El bistró de París, el gran Rey, el soberano del laberinto, es para el
errante inteligente tan sorpresivo como un poblado de la Amazonia donde
aborígenes mascan hojas y comen gusanos mojojoy a la luz del crepúsculo.
Por tal razón, Rayuela de Julio Cortázar es la biblia de una generación
latinoamericana que buscaba desde los años sesenta al París imaginario
de los surrealistas y quedó seducida “lo exótico” de sus calles.
Resta subir a las buhardillas, el otro tejido clave de la ciudad, tan
importante como las galerías y los pasajes de Benjamin. Es una ciudad
sobre la ciudad, llena de gritos, recuerdos, felicidad y sexo.
Construidas inicialmente para la servidumbre, se convirtieron en el
habitáculo de estudiantes, extranjeros, perdidos, jóvenes pintores,
músicos ambiciosos, pornópatas y cazadores de palomas. Todo eso verán y
explorarán los visitantes lectores durante los Juegos Olímpicos.
Túneles, concavidades, escaleras de caracol, tapices rodantes, calles
empedradas, pasajes, mercados de pulgas, bistrós, grandes almacenes,
aceras, parques, iglesias, ruinas, presentes siempre a la vuelta de la
esquina.
---
Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 23 de junio de 2024.
*Texto dedicado a los Juegos Olímpicos de París 2024, con elementos del texto Pequeña guía maldita de París, incluida en Urbes luminosas
.