Por Eduardo García Aguilar
Esta
semana estalló una polémica en los medios de prensa españoles y
mexicanos debido a las cartas que el mandatario de México Andrés Manuel
López Obrador envió al rey de España y al Papa pidiéndoles excusas a la
Corona y al Vaticano por las atrocidades cometidas durante la conquista,
que cumple este año 500 años de iniciada con la llegada de Hernán
Cortés a la tierra de Cuahtémoc y Moctezuma y concluyó en 1521 con la
caída de la fabulosa capital azteca Tenochtitlán.
En estos tiempos de injurias y veloces respuestas por las redes, tiempos
de gritería e histeria, no tardaron los energúmenos en saltar a la
palestra atacando al presidente mexicano con insultos o
descalificaciones, como lo hicieron respectivamente los escritores
Arturo Pérez Reverte y Mario Vargas Llosa, entre otros. El primero tildó
de "imbécil" al mexicano, cuyo abuelo era español, y el otro le dijo
que debió escribirse la carta a sí mismo, sin comprender el contexto
simbólico y cronológico en que el mandatario hizo el gesto, los 500 años
de la Batalla de Centla ocurrida en 1519 entre las huestes de Cortés y
los indios chontales.
Medio siglo después del llamado Descubrimiento de América y de la
Conquista posterior, los irascibles espíritus hispanos, ibéricos e
hispanoamericanos siguen tan encendidos como siempre, incapaces de
escuchar al otro y de tratar de reflexionar con serenidad sobre aquellos
acontecimientos históricos que tantas polémicas, debates, discursos,
riñas, batallas, guerras, panfletos y libros han producido y sin duda
producirán a futuro. Hernán Cortés, quien lideró con brío la conquista
de México, es un héroe para los españoles, pero los mexicanos guardan la
herida y en ningún lugar hay un monumento o calle a su nombre. Sus
huesos reposan casi escondidos en una modesta iglesia del centro
histórico de la capital mexicana.
La misma reacción ha ocurrido a veces con las reivindicaciones de las
poblaciones negras contemporáneas cuando pidieron excusas a los países
europeos por haber generalizado la trata de esclavos en aquellos
tiempos, enriqueciéndose con los cargamentos de seres humanos adquiridos
en las costas africanas para vender después en los territorios
americanos necesitados de mano de obra tras el exterminio o la muerte
masiva por enfermedades de muchos indígenas.
El comercio triangular del esclavismo partía de prósperas ciudades como
La Rochelle, Burdeos, Nantes o Saint Malo en enormes barcos llenos de
textiles y mercaderías europeas que eran vendidas en las costas
africanas a los jefes de aquellas poblaciones. Luego esos jefes o
caciques africanos vendían a los europeos esclavos que eran trasladados a
América en condiciones atroces y allí iniciaban el largo camino de unas
vidas de sumisión, trabajo forzado y miseria. Los barcos regresaban
luego cargados de viajeros, riquezas y productos frutos a veces del
saqueo y el robo. El esplendor de ciudades como La Rochelle, Saint Malo y
Nantes muestran la inmensa riqueza acumulada por los negreros y los
beneficios que la nobleza y la realeza de la época ganó con esa trata
infame, en la que invirtieron y participaron notables figuras de la
época.
Palacios, castillos, mansiones, puertos, avenidas, catedrales, muebles,
cuadros, joyas, monumentos, entre otras muchas cosas, pueden visitarse y
verse hoy como testimonios de las riquezas producidas aquel tiempo por
el tráfico esclavista, y en Nantes, en el viejo Palacio de Isabel de
Bretaña, se instaló un museo sobre la esclavitud, que aun causa polémica
entre los descendientes de aquellos esclavistas. En una reciente visita
a ese palacio con motivo de una exposición dedicada al Oro de Colombia,
varias señoras de la región me expresaron su molestia por el museo y el
dinero invertido por el Estado en él, ya que según ellas no tenían la
culpa de que hubiera existido tal negocio siglos antes.
Lo mismo parecen decir los airados gachupines que lanzan el grito en el
cielo, porque con motivo del medio siglo de aquel sangriento encuentro
el presidente mexicano recordó, desde una pirámide maya situada en la
región donde él nació en el estado de Tabasco en 1953, aquel sangriento
encuentro que destruyó de tajo muchos rastros de aquellas civilizaciones
prehispánicas, obligadas a renegar de sus dioses y a convertirse al
catolicismo a sangre y fuego.
No solo los españoles destruyeron sus ciudades y templos, que luego
fueron devorados por la jungla, sino que incineraron cientos de miles
sino millones de códices escritos e ilustrados que guardaban de
generación en generación y donde contaban su pasado y acumulaban sus
conocimientos y saberes a través de milenos, pues se trataba de
civilizaciones tan importantes como las que existieron en Egipto,
Persia, India, Japón y China. Y nadie puede negar que la Colonia fue un
saqueo permanente de las riquezas americanas con las que la Corona logró
un gran esplendor y dominio en el mundo.
No todos los españoles de aquella época actuaron como los sangrientos
conquistadores e hidalgos terratenientes y hay que mencionar al fraile
dominico Bartolomé de las Casas, quien describió en su Brevísima
relación de la destrucción de las Indias los crímenes cometidos en
Ultramar por los súbditos de la Corona, razón por la cual los mexicanos
lo recuerdan con cariño y lo homenajean en la Ciudad de San Cristóbal de
las Casas, epicentro de la rebelión indígena zapatista.
Cualquier jefe de Estado inteligente haría lo mismo con motivo del
aniversario 500 de un acontecimiento tan importante y buscaría recordar a
la humanidad los crímenes del pasado para que no se repitan, como
ocurre con el Holocausto, la esclavitud, el genocidio armenio y el
exterminio atroz de los indígenas norteamericanos, entre otros sucesos
crueles de la historia humana.
López Obrador, quien se graduó en Ciencias políticas en la Universidad
Nacional Autónoma de México, tiene en sus venas sangre española e
indígena y en ese sentido es un mestizo americano. El presidente
mexicano, que durante tantos años luchó por su causa y fue perseguido
por ello, tiene derecho a expresarse como jefe de Estado a nombre de los
indígenas de su país. Ya ante sus críticos ha dicho que el Estado
mexicano también pedirá perdón a los indígenas mexicanos por la
discriminación que han sufrido no solo después de la independencia sino
hasta los tiempos recientes donde el racismo, la explotación y la
indiferencia siguen vigentes. Su mensaje puede aplicarse a todos los
países del continente americano.
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Publicado el 31 de marzo de 2019 en La Patria. Manizales. Colombia.